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Lo de las “dos Españas” se incrustó en la narrativa del país: desde el poema de Antonio Machado a la Guerra Civil fratricida. Al final del franquismo distinguíamos entre la “España oficial” y la “España real”. En la primera se suponía todo “atado y bien atado” por la dictadura; en la otra, la sociedad pugnaba por la democracia en fábricas, universidades, colegios profesionales y asociaciones ciudadanas.
Hoy tenemos una “España bronca” que se expresa en tribunas parlamentarias y en redes, donde se jalea lo más agresivo y descarado. Y otra España que trabaja, y que a veces protesta, justamente, como los agricultores y ganaderos, a los que los intermediarios ahogan; una España que premia, investiga y crea empresas, interpretando una partitura esperanzada en su futuro, a pesar de tantos desafíos y del clima político que soporta.
La semana pasada, Senado y Congreso ardieron con palabras gruesas y decepcionantes en boca de portavoces de los dos principales partidos. Sorprendía, cerca de allí, el presidente Moreno Bonilla, en la entrega de los Premios Talento Andaluz en Madrid, con unas frases templadas, declarando que el progreso de esa “Andalucía que despierta”, como acababa de definirla el alcalde de Madrid, “no es cosa de un Gobierno, sino de toda la sociedad”. O poco después en TV, el socialista Salvador Illa, que aspira a gobernar una Cataluña sin traumas. Contrastaba el contenido y el tono de ambos con el penoso “y tú más”que se disparaba en las Cámaras. Y que no se sabe hasta donde llegará, porque ya se rebasaron hasta los límites familiares de los contendientes políticos. El respeto y la prudencia han retrocedido ante el insulto y la trifulca. A saber dónde está el final de este espectáculo lamentable.
Entretanto, en Cataluña se convocaron elecciones por sorpresa. Apunten: España tendrá elecciones en el País Vasco el 21 de abril, en Cataluña el 12 de mayo y en todo el país, como en Europa, el 9 de junio. Una por mes. Mítines y debates presumiblemente descarnados. Y no habrá más elecciones porque Pedro Sánchez quiere terminar la legislatura; así será, si el independentismo, siempre imprevisible, no la revienta. Atentos a Portugal, que ha celebrado comicios al dimitir el primer ministro socialdemócrata Antonio Costa tras una acusación falsa de corrupción, consecuencia de un error, intencionado o no, de la Fiscalía. Hoy Portugal se ha descubierto como un territorio de fuerte presencia ultraderechista, que condicionará su Gobierno. Y Europa teme despertarse el 10 de junio con un panorama relativamente parecido.
Muy difícil trabajar y hacer previsiones con tanta incertidumbre. Demasiado riesgo de vuelco político. En el País Vasco, el PNV puede quedar segunda fuerza tras Bildu, el partido de Arnaldo Otegi, que fue encarcelado por pertenencia a ETA. En Cataluña, se entiende que se han precipitado las elecciones para evitar a Puigdemont, aunque podría ser candidato incluso estando en Bélgica. Esta España es así de tolerante, aunque el ex presidente fugado la comparó con Turquía. Aquí llegó a presentarse a lehendakari un preso etarra, Juan Carlos Yoldi, al que tuvo que trasladar la Guardia Civil desde la cárcel al Parlamento en el pleno de investidura. Terminado el numerito, se le devolvió a la celda. La performance que puede estar preparando Puigdemont, promete espectáculo. Junto con Pablo Iglesias, forman la pareja política más teatrera de los últimos años. Iglesias, harto de no salir en las noticias, acaba de abrir un bar en Lavapiés, la Taberna Garibaldi, con un poeta y un cantautor. Son geniales. Como artistas.
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