Alberto Grimaldi

Feijóo y el síndrome del mal puntillero

Entre leones

13 de febrero 2024 - 00:15

La concesión –en trámite– de una amnistía a todo el procés es la clave de bóveda de esta XV Legislatura. Pedro Sánchez decidió abrazarla como único modo de gobernar sin volver a pasar por las urnas. Pero la amnistía está en el aire: porque en el primer intento la tumbó su máximo beneficiario, Carles Puigdemont, y porque Europa al fin reacciona contra una medida inconstitucional (porque los constituyentes –así consta por escrito en la ponencia– rechazaron dos enmiendas para incluirla) con una fiscalización de la Comisión de Venecia y la petición de una investigación sobre la conexión rusa del procés para subvertir el orden constitucional y la estabilidad de la UE.

Con la dovela central de la legislatura en riesgo de caer, la dirección del PP ha hecho un movimiento incomprensible en plena campaña gallega: admitió que bajo algunas condiciones indultaría a Puigdemont, y que estudiaron si la amnistía era posible y concluyeron que no en 24 horas. Lo hizo premeditadamente, en una revelación pactada con 16 periodistas que acudieron a Galicia desde Madrid.

¿Por qué y para qué hacerlo? Puigdemont amenazó, tras la votación en la Eurocámara, con contar de qué habló con el PP a cambio de apoyar la investidura de Alberto Núñez Feijóo. Si la revelación periodística es una respuesta a esta intimidación, el resultado es caótico: induce a la confusión –amnistía e indultos no son lo mismo: el perdón individual es constitucional y el borrado de delitos, no– y sólo contribuye a que el desbarajuste muestre una falta preocupante de principios ante un rival que no los tiene y que ya trata de igualarse.

Los hechos son los que deberían hablar: ni fue Feijóo el que salió investido a cambio de impunidad penal y si la Comisión de Venecia ha venido y se pide investigar la trama rusa es por la acción política del PP en el Senado y la Eurocámara.

La conclusión es que el PP de Núñez Feijóo carece de estrategia y vive, desde el fracaso del 23J, bajo el síndrome del mal puntillero, capaz de malograr los triunfos levantando al morlaco cuando se le daba por muerto. Pasó en julio y vuelve a ocurrir ahora. Y si pierde por ello Galicia quedará arrasado.

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