Visto y Oído
Sonia
Ha pasado sólo un mes desde la noche electoral madrileña, cuando el ex vicepresidente Pablo Iglesias dijo "adiós" a la política, y ya se nota la flojera en los titulares que a diario protagonizaba. "Siempre ha existido la duda de si Pablo Iglesias quería hacer la revolución o ser famoso y es posible de que ni siquiera él mismo lo sepa", ha escrito Daniel Gascón. Lo cierto es que, aun "desaparecido", siguen hablando de él casi a diario. Ángel Expósito en la Cope se pregunta repetidamente "¿dónde está Pablo Iglesias?". Unos lo sitúan preparando su salto profesional a los medios, en la segunda parte de su vida pública; otros afirmaron que estaba en Perú, aunque luego se desmintió, asesorando al candidato izquierdista Pedro Castillo que se disputo ayer la presidencia con Keiko Fujimori, la hija del autócrata. Los menos señalan que, simplemente, se ha tomado un descanso: familia, paseos con sus perros y atracón de series televisivas, si le queda alguna por ver.
Pregunté hace años en una cena distendida a su antecesora, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, a qué se dedicaría cuando terminara su etapa política, y no dudó en afirmar: "A ser guionista de televisión, porque la realidad de la política por dentro es más interesante aún que las tramas que nos enseñan la series". Sirva aquella respuesta de Soraya como pista de lo que puede estar tramando ahora mismo Pablo Iglesias, fundador de Podemos. O de Pudimos, como lo apodan algunos desengañados.
Lo cierto es que sin Iglesias la actualidad política española está mustia. Felipe VI debe estar más tranquilo porque, si no se le ocurría aquel día otra cosa, Pablo arremetía contra la Monarquía. El Rey hasta se tomó una cerveza el viernes en una terraza de la Plaza de Oriente con Rebelo de Sousa, presidente de la república portuguesa. Venían del Palacio Real de escenificar la candidatura ibérica al Mundial de 2030. Los ministros del Gobierno respiran aliviados porque los Consejos son menos tensos y ahora ellos tienen opciones de colocar algún titular en medios, antes casi imposible con el guión habitual: solo la ocurrencia diaria de Pablo, algo o nada de Moncloa, y la corruptela de turno del PP, aunque fuera vieja. El resto, vacunación.
Ahora, sin Pablo, Pedro Sánchez luce más en las noticias, lo que prueba que el vicepresidente lo contraprogramaba. Su hiperactividad se hace más visible: esta semana ha estado en Libia introduciendo a empresarios españoles; en el partido de fútbol contra Portugal, acompañando al primer ministro luso; en una larga conversación con el secretario general de la OTAN; en otra con Pere Aragonès, presidente de la Generalitat. Nada o muy poco de esto hubiéramos sabido de continuar Pablo Iglesias en escena.
Pero volverá, no lo duden. Su corte de la coleta deparó la imagen más viral de mayo y el silencio de sus redes -antes enviaba una media de ocho tuits diarios- es la antesala de una reaparición sonada, con otro look, con otra profesión, pero siempre en los titulares. Instinto mediático para ello le sobra y ahora demuestra que hasta de su silencio sabe hacer noticia. Muy pronto en sus pantallas. Aún no sabemos en qué papel, pero sí se puede garantizar que de protagonista en el reparto.
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