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Según los datos publicados recientemente por el INE, el PIB per cápita (PIBpc) andaluz alcanzó en 2022 los 21.091 euros. Este ratio se calcula como la relación entre el valor total de todos los bienes y servicios finales generados durante un año por la economía de una nación o región y el número de sus habitantes en ese año. Como todos los ratios, tiene su utilidad, pero también sus limitaciones.
La comparación temporal del dato andaluz es positiva. Ha crecido un 9,2% respecto a 2021, cuando alcanzó los 19.318 euros. El crecimiento del PIBpc andaluz este último año ha seguido el mismo ritmo que la media nacional, y ha superado en crecimiento a diez comunidades autónomas (CCAA), entre las que se encuentran Madrid, en el que sólo creció el 8,6%; Cataluña, con un 8,7%; o Valencia, con un 8,2%.
Extendiendo más el horizonte temporal, el dato de 2022 es también positivo, ya que el PIBpc andaluz de 2022 se sitúa un 8% por encima del alcanzado en 2019, el año anterior a la pandemia, cuando fue de 19.522 euros. En dicho periodo, 2019-2022, el crecimiento medio del PIBpc nacional fue menor, del 6%, y el ratio andaluz supera a once CCAA, como Valencia, Cataluña o el País Vasco, donde los crecimientos de sus PIBpc fueron de 5,8%, 3,9% y 5,5%, respectivamente.
No obstante, esta evolución creciente no ha sido suficiente para que el PIBpc andaluz avance en relación a los otros. Mirado en valor absoluto, los 21.091 euros por habitante quedan en penúltimo lugar, lejos de la media nacional de 28.162 euros. El porcentaje sobre el PIBpc nacional –el indicador más utilizado para medir la convergencia de un territorio respecto a otros– permanece en el 74,9%.
También, los diferentes análisis y comparaciones sobre este ratio siempre hay que interpretarlos teniendo en cuenta sus limitaciones. La primera es que se calcula a partir del PIB nominal, no del real: una CCAA puede incrementar su PIBpc no porque su economía sea más robusta sino porque hayan subido allí más los precios. La segunda viene derivada de que no sólo cuenta el numerador –el dinamismo de la economía–, sino que también influye el denominador –la variación de la población–: el PIBpc puede mejorar simplemente por despoblación. Por último, aunque mucho más difícil de valorar, habría que tener en cuenta las migraciones de población, la que se produce en una CCAA pero cuenta como población en otra.
El caso de Extremadura en 2021 y en 2022 ilustra lo anterior. Su economía creció en términos nominales un 9,6% y 9,1% (media nacional, 9,2% y 10,2%), pero en términos reales sólo un 4,3% y 2,1% (media nacional 6,4% y 4,8%), y además su población decreció un 0,4% y un 0,3% (la población nacional creció un 0,1% y un 0,9%). Su convergencia mejora y escala puestos en el ranking, pero es un espejismo, que plantea detrás retos para el futuro. No pasa así en Andalucía, donde sus cifras de crecimiento real y de población son muy próximas a las nacionales.
Conocer las tripas de un ratio resulta fundamental, no sólo del PIBpc, sino de todos, y siempre mejor contar con un batería de ellos, que dibuje la realidad desde diferentes perspectivas, suministrando información eficiente para medir la calidad de la gestión y posibilite la planificación a futuro.
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