Francisco Andrés Gallardo

Terribas

Visto y Oído

26 de marzo 2019 - 02:37

Si a lguien le quedaban dudas de la serena credibilidad de Vicente Vallés, volvió a demostrar su empaque en el Salvados sobre los periodistas y el martilleante procés. Jordi Évole creó una tertulia de nombres evidentes, sin meter extremismos españolistas (se lo agradecemos), y terminó poniendo en evidencia a la que fuera directora de TV3 (se pasaba por el Cádiz de 2012 muy afable y cascabelera con la Forta), principal activista en los micrófonos de la autonómica en estos años: Mónica Terribas. Esta comunicadora es un nombre impropio para las responsabilidades que ha asumido y además de enfadarse con Évole terminó pillada cuando se le rescató aquel saludo eufórico dirigido a los "ciudadanos y ciudadanas de la república de Cataluña". Ante un Ferreras que se mordía la lengua, culminó su mosqueo cuando el de Salvados le preguntó si se había sentido engañada por los que están ahora en el banquillo.

Nosotros respondemos por la evasiva Terribas: Sí. Es una de las grandes autoengañadas por la campaña de intoxicación y jartible propaganda del supremacismo insano que se vivió en Cataluña en 2017. Fue una de las promotoras más incansables y aunque se ría ahora de los testimonios de los guardias civiles, los agentes tienen razón en asombrarse de la cara de odio que destilaban los manifestantes catalanes en los días de la vergüenza. TV3, Mediapro y otros medios sufragados por el independentismo fueron inyectando odio en dosis crecientes a lo largo de la década hasta caer en la paranoia de un órdago del que preveían un respaldo internacional que nunca llegó. Hubo romevas que creyeron que era cuestión de bufar i fer ampolles.

Por allá andan doloridos y los terribistas, ahora con el juicio, siguen bufando los rescoldos de un odio del que Cataluña seguirá dañada durante mucho tiempo. Pueden seguir en su mundo de victimismo, intoxicando con sus matinales y Polònias y revolviendo sus rencores pero desde el resto de España, donde necesitamos moderación, además de estar hartos nos sentimos tristemente desencantados.

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