Tribuna Económica
José Ignacio Castillo Manzano
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Al cumplirse cincuenta años del inicio de relaciones diplomáticas entre los dos países, es destacable el documento que publica el ICEX con la colaboración de la consultora KPMG, sobre las inversiones de China en España. De aquí conocemos que es nuestro primer suministrador de productos, y doceavo inversor con 10.000 millones de euros. La inversión se concentra en Madrid y Cataluña, pero la centralidad puede ser engañosa, pues el sector que más inversión recibe es el transporte marítimo; y son inversiones que van de menos de un millón a más de 500, con oportunidades para muchos negocios. Se valora que España es un país abierto a la inversión (el 9º de todos los de la OCDE), y a la innovación; sin embargo, fiscalidad, incentivos y subsidios no son tan relevantes, apenas un 8% los mencionan, frente a un 30% que aprecia las infraestructuras, y la oferta y coste laboral. Las comunidades autónomas tienen una oportunidad de atraer inversiones haciendo hincapié en lo que China más valora: formación y aprendizaje e innovación, pero esto es más difícil que jugar con los impuestos. También llama la atención el énfasis que ponen en la sostenibilidad, que sin duda las compañías chinas están tomando como un factor de competitividad en algunos mercados.
Elisa García, directora de ICEX-Invest, recuerda que China se conoce como “el país central”, con una aspiración secular de ser referencia en el mundo. Precisamente, y si no fuera porque Andalucía tiene tan malas comunicaciones con el Levante, recomendaría ir a Alicante donde para conmemorar este 50 aniversario el MARQ organiza con instituciones chinas la exposición arqueológica: “El legado de las dinastías Qin y Han. Los guerreros de Xi’an”. Además de ofrecer una riqueza fabulosa de objetos con un trabajo de montaje invalorable, es una ocasión única de entrar físicamente en los orígenes de China como país centralizado, cuando en el año 221 a. C., Qin Shi Huang se proclama Primer Emperador, unifica el país y durante cuatro siglos se forma un sistema político y legal con una burocracia minuciosa, estandarización de la escritura, impuestos, pesos y medidas, se crean comunicaciones y defensas y hay un fuerte estímulo a la medicina, ciencias y tecnología. Con 60 millones de habitantes en sus 9,5 millones de kilómetros cuadrados, China es el mayor imperio de su tiempo. Llama la atención el sentimiento social con que se plantea la exposición y no habría imaginado ver un cartel de Bertolt Brecht, cuando en 1935, en Preguntas de un obrero que lee, y a propósito de cómo las grandes maravillas del mundo se construyen por trabajadores forzados o en condiciones precarias, se pregunta: “¿A dónde fueron los albañiles la noche en que termina la Muralla China? Tantas historias, tantas preguntas”. También aquí, en la parte dedicada a las fosas del ejército de terracota, formado por 8.000 guerreros, 135 carros y 500 caballos, de tamaño natural, los responsables de la exposición dejan constancia arqueológica y memoria de que muchos obreros mueren de forma violenta durante la construcción. “Hombres, mujeres y niños –dicen– yacen enterrados cerca del emperador, y sólo unos pocos tienen una simple estela donde han rascado su nombre y su lugar de origen”.
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