
Tribuna Económica
Carmen Pérez
El mercado de bonos manda
Es de tal magnitud el terremoto comercial, económico y geopolítico que vivimos por obra y gracia de Donald Trump, que se ha abierto un concurso para encontrar el titular más demoledor. The ruination day, propone The Economist. Trump, enemigo del mundo, escriben en La Vanguardia. El crack de Trump, coinciden varios. El propio presidente contraatacaba llamado al anuncio de los nuevos aranceles El día de la liberación, alegando que los EEUU llevaban 50 años de castigo comercial.
Con cualquier titular, la decisión ha sido una suprema injusticia que perjudica a casi todas las familias en el mundo, aunque muchas aún no lo saben. Desde luego por el ensombrecimiento general de la economía; pero específicamente a los que invierten en bolsa, en cualquier país, los que participan en algún fondo de pensiones que tienen pérdidas y ni conocen sus denominaciones; los relacionados con la industria del automóvil, o tecnologías varias; y los del vino, el aceite, la aceituna y otras exportaciones agroalimentarias. Esos y muchos más.
Pero la sacudida afecta también a la política. Giorgia Meloni, simpatizante de Trump, se pone de perfil porque teme la rabia de agricultores y fabricantes de vehículos italianos. El líder de la ultraderecha española Santiago Abascal no sabe dónde meterse, tras exhibir su amistad con Trump, porque a ver cómo se da una vuelta por La Rioja, Andalucía o La Mancha con el campo indignado. Alberto Núñez Feijóo ha visto el momento para recuperar terreno sobre Vox y le lanza una andana con toda puntería: “La guerra comercial es un inmenso error. Ningún patriota puede defender a los que perjudican los intereses de nuestros ciudadanos”.
Las bolsas bajan pero los gobernantes, salvo excepciones, suben en los sondeos. Macron es más aceptado ahora. Starmer estaba hundido y se recupera. Cuando hay riesgo de guerra comercial y, peor aún, de la guerra con misiles, la ciudadanía se repliega en torno a sus líderes. Los padres con hijos en edad de ser movilizados no quieren expresarlo todavía abiertamente, pero temen por tiempos peores. Hace bien el líder de la oposición española, Núñez Feijóo, en aceptar un diálogo económico con el Gobierno español y con Europa. Pedro Sánchez entiende la jugada internacional y viaja a China como adelantado de la Unión Europea, amparado en la buena marcha de la economía española que lidera la eurozona, al menos en las cifras macro; aunque persista la desigualdad.
Trump se carga el multilateralismo de un mazazo y el resto del mundo busca nuevas alianzas. La jugada puede salirle mal y, aunque es verdad que su táctica es “primero disparar y después negociar país por país”, como advierte desde Washington Javier Sotilla, crece la oposición interna entre sus aliados preguntándose si no ha ido demasiado lejos. Hay algunos senadores republicanos que no votaron las sanciones contra Canadá, jueces que contradicen sus decisiones, militares y altos funcionarios perplejos por los ceses fulminantes de algunos de los cargos clave, como el general Haugh, director de la Agencia de Seguridad nacional… Suma y sigue.
Pero sobre todo hay multimillonarios simpatizantes suyos decepcionados por perder millones de dólares cada hora. El más perjudicado es Elon Musk, que dejará pronto la Casa Blanca porque Tesla y Starlink, sus empresas, pagan su exhibicionismo. El boicot creciente a sus productos y acciones indica que a Trump sólo lo puede parar una alianza estrecha entre consumidores europeos y accionistas americanos. O sea, el poder democratizado del click. Veremos.
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