
Tribuna económica
Fernando Faces
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Tribuna Económica
Hay diversos temas para debatir con ocasión del Día del Trabajador, como las expectativas de trabajo no presencial que se crearon a partir de Covid-19, repercusiones de la tecnología, nuevos empleos y capacidad para desempeñarlos, los salarios, y su tratamiento impositivo con relación a las rentas del capital; entre tantos temas, escogemos la demografía que está, sin duda, en la base de toda discusión laboral. Mantener el crecimiento del producto depende de tres factores: primero, cómo se distribuye la mano de obra entre grupos de edad, pues se puede recurrir a gente joven para tareas que exijan un esfuerzo físico y, si tienen habilidades técnicas, para tareas que las requieran, pero esto es difícil con la actual población laboral envejecida. Segundo, en una economía intensiva en mano de obra, habría que aumentar las horas semanales, o incorporar más personas a un mercado laboral que ofrezca más empleo. Y tercero, lo anterior sería algo menos necesario si aumentara la productividad del trabajo, que depende de la inversión productiva, organización de la empresa, y clase de trabajo que se ofrece.
Un informe iluminador de Mckinsey: Dependency and depopulation?, editado por Stephanie Strom, trata de responder a estas cuestiones, y en el caso de España nos dice que, en los últimos 25 años, un crecimiento del 1,1% del producto se debe en 0,5% y 0,6% a más intensidad de mano de obra y productividad, siendo el efecto de la edad 0%. Pero en los próximos 30 años, el envejecimiento laboral va a suponer una rémora que cuantifican en menos 0,8% anual del producto, por lo que habría que compensarlo de alguna manera. En estas combinaciones de los tres factores, para mantener en España el brillante crecimiento conseguido del 3,4% , tendríamos, por ejemplo, que revertir ese 0,8% negativo con el rejuvenecimiento de la fuerza laboral, conseguir incrementos del 1,2% en productividad, y aumentar el trabajo en personas y horas en 2,2%; además, el aumento de horas trabajadas semanales sólo serviría en el grupo de trabajadores entre 29 y 54 años. Las combinaciones entre los tres factores son posibles, pero dada nuestra intensidad en servicios con escaso potencial de productividad, pérdida de población, además envejecida, y el rechazo social al deterioro de las condiciones laborales, la solución es la reserva que hay de jóvenes desempleados e infra ocupados, que los inmigrantes con empleo se multiplicara por cuatro -según los cálculos del informe mencionado-, o una combinación de ambas. En cualquier caso se necesita el incentivo de mejores empleos y salarios, junto con la formación para desempeñarlos.
Mi profesor de estadística, Alfonso García Barbancho, persona con fino sentido de la metáfora, nos decía -lo repito cada vez que tengo ocasión-, que la demografía es como un trasatlántico, y una vez se frena todavía recorre una distancia considerable; pero quizás esta inercia haya que aplicarla no sólo a la evolución negativa de la población, sino a la necesidad de un impulso positivo a otros factores del mercado laboral: grupos de edad, adaptación formativa, características de la inmigración, y forma de producción, si queremos mantener el crecimiento del producto y renta nacional.
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