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Acabo de ver un trabajo de McKinsey Consulting que quizás sea algo complejo, pero vale la pena un esfuerzo de atención porque plantea cómo podría avanzar el mundo si sintonizáramos en la cooperación. Para ello, y con el Foro Económico Mundial, construyen un índice donde miden cinco conceptos. Lo primero es el comercio internacional y los flujos financieros, préstamos y ayudas a países, remesas de emigrantes, la propia mano de obra inmigrante, y las inversiones productivas. El segundo indicador es la innovación y tecnología, la productividad de trabajo y capital, uso de internet, comunicación de datos, inversión en investigación y sus aplicaciones, e intercambio de conocimiento con la movilidad de estudiantes. La cooperación en el clima y mantenimiento del capital natural es el tercero, financiación de la reducción de huella de carbono, el comercio sostenible, las áreas marinas y terrestre protegidas. El cuarto indicador es la cooperación en salud y bienestar, en investigación médica y bienes relacionados con la salud, asistencia al desarrollo, reducción de muertes en partos y niños. Aunque medir es la única forma de mantener un argumento, no sabía que estos subindicadores pueden calcularse de una forma más o menos sistemática; así, por ejemplo, en el quinto, la paz y seguridad, hay un indicador de conflictos dentro del Uppsala Conflict Data Program, otro sobre operaciones multilaterales de paz, estadísticas de muertos y gente desplazada, e incidentes cibernéticos significativos, una de las amenazas mayores a la seguridad de personas, empresas, y democracia-.
El Índice de Cooperación Mundial lo calculan para 2012 donde toma un valor 87, va subiendo hasta 100 en 2020, y desde entonces cae, pues aunque aumenta la cooperación en clima, es menor en salud y bienestar, se ha frenado el comercio y los flujos de capital, al igual que la transferencia de innovación y tecnología, y, sobre todo, son terribles los dos últimos años de guerra. Esta es la debilidad de los índices que agrupan distintas variables, pues cuando una de ellas tan significativa como la paz y la seguridad falla, se viene todo abajo. No obstante, surgen varias ideas. Una, que es urgente una conferencia internacional para, como propone Borrell, imponer externamente la paz, aunque sea provisional y precaria. Dos, podemos fijarnos en las empresas, que conocen bien la “coopetición”, o colaboración en la competencia como forma de ganar confianza entre las partes y construir a partir de intereses compartidos. Tres, el análisis convencional, suponiendo que una vez equilibrada la economía, que ponemos siempre por delante, todo vendrá rodado, no es un buen planteamiento, pues una disrupción del comercio, salud, clima, o de seguridad, echa a perder el mejor análisis de política económica.
Más allá de lo económico, Jawaharjaj Nehru dio magistralmente a la cooperación una dimensión individual y social, cuando dijo (Escritos, Litoral/Unesco, 1991, página 190): “Los problemas reales siguen siendo para mí los de la vida individual y social en armonía, establecer un equilibrio entre la vida exterior e interior, ajustar las relaciones entre los grupos y los individuos, promover una superación constante y un desarrollo social más elevado”.
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