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Con toda seguridad, cuando el lector repare en esta tribuna ya conocerá la causa técnica del apagón. Por esta razón y porque mis conocimientos son poco más que básicos, querría detenerme en lo que casi cada uno habría podido conjeturar por sí mismo a partir del mediodía del lunes.
Lo primero que nos sorprendió a todos fue darnos cuenta de que estábamos en una situación completamente anómala y sin precedentes: una interrupción general del suministro en toda España peninsular, a lo que se añadió que hubo que esperar varias horas a una primera declaración pública oficial que, la verdad, no aclaró mucho las cosas. Creo que no fue muy afortunada la frase “a las 12:32 han desaparecido 15 gigavatios” cuando lo que se había producido fue un desastre absoluto de cargas –el corte de corriente generalizado, para entendernos– y una desconexión extendida a todas las tecnologías de generación, en mayor o menor grado y tal como puede verse en la web de Red Eléctrica de España, cuya matriz es Redeia.
Tampoco creo que fuese acertada la alusión a REE como “una empresa privada”, salvo para que el público percibiese que no había sido un fallo achacable al Gobierno. Es cierto que solo el 20% de su capital es público, titulado por SEPI, pero es el Gobierno quien designa a su presidente y, sobre todo, es el Gobierno el que aprueba su planificación de inversiones y su consiguiente repercusión en el precio final de la energía eléctrica. Además, temo que en las decisiones de despacho de electricidad –qué generación se conecta– no pueda utilizar solo los criterios estrictamente técnicos.
En nuestro sistema, un aumento inesperado de la demanda se puede compensar al momento interrumpiendo el suministro a un conjunto de grandes consumidores industriales “interrumpibles”, lo cual se hizo cuatro veces en 2024. También es posible aumentar con rapidez la generación, conectando la que esté disponible para ello. Sin embargo, la demanda a las 12:30 se correspondía casi exactamente con lo programado y, además, era inferior a la máxima diaria que fue atendida sin problemas a las 08:25. Así pues, no parecía muy probable que la causa fuese un aumento repentino del consumo, ni tampoco un accidente que habría sido detectado al instante y no habría afectado a toda la península. Por otro lado, es posible compensar en parte los excesos de generación, mediante los equipos de disipación de energía ya existentes. Señalo estas cosas porque hubiese sido perfectamente posible su descarte, en lugar de mantener la incertidumbre y dar pie a la difusión de infundios y sospechas.
La comparación entre las cifras de los días 28 y 29, a la hora del susto, muestran algunos aspectos interesantes. La demanda de ayer era todavía inferior, lógicamente, y la generación basculó hacia los ciclos combinados y la hidráulica, la aportación eólica fue solo algo menor, la nuclear se mantenía en cero, importábamos energía en lugar de exportarla y, sobre todo, la generación fotovoltaica disminuyó más de la mitad. Supongo que esto se debe a una medida de precaución, porque la insolación era prácticamente similar.
El operador de la red de transporte ha demostrado tener una capacidad extraordinaria para la integración de las renovables, pero me temo que ya se rondaban los límites en las fluctuaciones de tensión o de frecuencia. Ambas son inherentes a la generación fotovoltaica, sobre todo, y a la eólica, a pesar del extraordinario progreso de la electrónica de potencia, y suelen ser compensadas con mayor aportación de la generación síncrona, la que permite mantener la frecuencia de la red en 50 hercios. Esto es crítico porque los límites de variación de la frecuencia son muy estrechos.
Lo sucedido, el susto, no debe llevar a buscar culpables inmediatos donde no los hay. El sistema actuó por sí solo, utilizando el último recurso: deslastrar carga y desconectar generación. Afortunadamente, a pesar de los inconvenientes, ha funcionado muy bien, de lo contrario los trastornos, los tiempos y los daños habrían sido mucho mayores. En mi opinión, hay que aceptar que el ritmo de introducción de las renovables no puede venir determinado solo por unos objetivos deseables. Si mi conjetura está en lo cierto, espero que nos sirva de lección y que se nos diga la verdad a los ciudadanos: vamos a tener que gastar muchísimo dinero en adecuar el sistema a la generalización de las renovables, mucho más allá de reemplazar generación de base por almacenamiento.
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