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Rafael Recio Barba
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En tránsito
C style="text-transform:uppercase">uando Rimbaud vivía en África, intentando hacerse rico vendiendo armas prácticamente inútiles al rey Menelik de Abisinia, soñaba con tener un hijo que pudiera llegar a ser "un hombre poderoso y rico gracias a la ciencia". Y unos años más tarde, el mismo Rimbaud que poco antes se había propuesto destruir todos los convencionalismos burgueses, le preguntaba a su madre dónde podía invertir los 15.000 francos en oro que tenía ahorrados. A los treinta y pocos años, Rimbaud quería una renta vitalicia que le permitiera pasar una vida agradable sin tener que volver a trabajar. Del poeta de la Comuna, del adolescente rebelde que se había propuesto dinamitarlo todo, ya no quedaba nada. Todo había sido devorado por el sueño de ser rentista: un cochino burgués, uno más en un mundo de cochinos burgueses.
Me acuerdo de Rimbaud cada vez que oigo a alguien -y cada vez hay más gente así- que se proclama anticapitalista y antisistema. Muy bien, de acuerdo, el capitalismo es feo y monstruoso, pero ¿de qué vamos a vivir si lo destruimos por completo, a menos que nos dediquemos a traficar con armas como hacía Rimbaud en Abisinia? La mayoría de proyectos anticapitalistas proponen un programa de grandes impuestos a los ricos para conseguir que la población viva con una modesta renta vitalicia como la que aspiraba a tener Rimbaud. Ahora bien, ¿qué pasa cuando se terminan los ricos porque todos se han largado a vivir a la Polinesia o se han convertido en modestos rentistas a la fuerza, como ocurrió en la Unión Soviética? ¿De qué se vive entonces? Sí, ya sé: la economía planificada, el socialismo de Estado, la nacionalización de todos los medios de producción. Pero eso ya sabemos en qué termina: desabastecimiento, pobreza generalizada, carestía de productos básicos, inflación desbocada. Venezuela ni siquiera es una economía socialista al completo y ahora mismo ya ha alcanzado una inflación de un 360%. En Zimbabwe, que sí fue una economía socialista, se llegaron a imprimir billetes de tres trillones -trillones, repito- de dólares. No es improbable que eso ocurra en Venezuela.
Lo digo porque en estos tiempos de crisis y desconcierto se oye a menudo que el sistema capitalista ha fracasado y debe ser sustituido por otro. Pero ¿sabemos por cuál? ¿Hay alguna alternativa que sea mínimamente válida? Ahí dejo la pregunta.
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