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La Barqueta
Nunca he ocultado que siempre he votado al Partido Comunista de España (PCE), seguramente sin saber muy bien qué era ser comunista. Hoy lo sé y no voto a esta ideología. De niño me preguntó un maestro de escuela de Palomares qué significaban las siglas USA, y, sin titubear lo más mínimo, le respondí: “Unión Soviética Americana”. Don Miguel soltó una carcajada y me dijo: “Manolito, acabas de arreglar el mundo”. Cuando nos afincamos en la Carretera de Su Eminencia, en 1973, los comunistas del barrio me demostraron que merecían la pena porque se ocupaban de que no viviéramos como ratas. Más tarde, en Padre Pío, los comunistas José Luis Molano y Antonio el Menda, del PTA, me hablaron de la conciencia de clase, la libertad y la democracia. Dieron su vida por el barrio y metí el hombro para ayudar, y ahí me hice de izquierdas.
Hoy reconozco que he cambiado, porque no veo la política, los ideales, como el amor a unos colores futbolísticos. Se puede ser sevillista o bético toda la vida –confieso que soy bético desde chico–, pero si un partido me decepciona, o sea, una ideología, dejo de darles mi confianza. Es lo que me pasó con Izquierda Unida, que me decepcionó profundamente, sobre todo el señorito Garzón, el comunista que le dio la puntilla al partido y a la coalición de izquierdas. Si te pasa esto y lo dices –siempre me he sentido fundamentalmente un hombre libre–, enseguida pasas a ser franquista, fascista o simplemente de derechas. Y, como consecuencia, racista, xenófobo y homófobo. Todo por no ser esclavo de una ideología, que es lo que son quienes no dejan de votar a aquellos que les roban, abusan de los privilegios o defecan en lo que les prometieron.
No tengo el gusto de ser amigo de Antonio Maíllo, pero lo he seguido lo suficiente como para confiar en él sin titubear lo más mínimo. No tiene nada que ver con la izquierda pija que se hizo zapaterista o sanchista y celebro que sea el nuevo coordinador federal de Izquierda Unida, una coalición de izquierdas sin la que no se podría entender la política social española de las últimas décadas. No sé si será capaz de arreglar los daños de Garzón y otros señoritos con apego a cargos y la cuchillada trapera. La izquierda está de enhorabuena y es muy probable que haya lugar para la esperanza con un hombre fundamentalmente bueno y honesto. A lo mejor hay que revisar la vieja letra de Bernardo: “Me fie de la verdad/ y la verdad me engañó./ Si no me fío de la verdad/ de quién me voy a fiar yo.”
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