Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
... O no
UNA figura de gran popularidad en la política española ha sido, es y muy probablemente seguirá siendo, la del diputado o senador, la mayoría de las veces diputado por aquello de las listas cerradas, llamado cunero. En todas las épocas, y desde luego por parte de casi todos los partidos políticos con representación parlamentaria, las cúpulas de los mismos han enviado a "provincias" a candidatos sin contacto alguno con la realidad y los problemas de los ciudadanos a los que pretendían representar, y precisamente Córdoba ha sido uno de esos lugares en los que se ha hecho uso y abuso de ello: PP y PSOE en prácticamente todas las elecciones han incluido alguno, unos mejores y otros peores, unos que se han implicado en la ciudad y otros no, en los puestos de salida.
No digo yo, ni mucho menos, que la muy habitual inclusión de cuneros en las listas sea el motivo de la actual desafección de los ciudadanos hacia los partidos, pero que molesta y disgusta a votantes, simpatizantes y militantes es algo más que evidente: la imagen del diputado, generalmente aterrizado desde Madrid, que no conoce a nadie, que lo ignora casi todo de las inquietudes de quienes pretende que le voten, que se limita a aparecer por aquí o por allá con ocasión de un mitin importante o de algún congreso provincial y cuya voz en el parlamento no se escucha jamás para defender intereses o plantear soluciones a los problemas de quienes les hemos votado irrita, y a veces incluso irrita mucho.
Por supuesto habrá casos en lo que esa figura sea buena y conveniente para una candidatura, pero no sin ninguna duda hay que limitarla y condicionarla a tres elementos esenciales: que no se trate de dar cobijo a quien no quieren en otro lugar o a quien no saben qué hacer con él, que su inclusión esté debidamente justificada y que los órganos provinciales del partido de que se trate acepten o rechacen, y con carácter vinculante, su inclusión, a ser posible con la participación de todos sus militantes.
Se acercan tiempos de selección de candidatos y de formación de listas electorales con vistas a las generales de diciembre. El momento es más que complicado y los partidos deben ser conscientes de ello y evitar imponer candidatos desconectados con los votantes. Así que cuneros no. O si los hay, que sólo lo sean personas excepcionales en situaciones excepcionales… y con la aprobación de la militancia.
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