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A lo que decía ayer sobre el poder de la cultura despectivamente considerada popular para alumbrar vidas ensombrecidas y tiempos oscuros quiero a añadir unas palabras de Fernando Savater, defensor heroico y pionero en La infancia recuperada, contra viento de pedantes y mareas de imbéciles, de los Stevenson, Verne, Grey, London, Wells, May, Salgari o Conan Doyle que alumbraron su infancia, la mía y la de millones de lectores con una luz que las relecturas mantienen encendida.
Su publicación en 1976 se dio de alguna forma la mano con la de Crónica sentimental de España de Vázquez Montalbán en 1971 ("Todo ser humano tiene derecho a la expresión estética y a la expresión épica. Una minoría consigue hacer de ello su medio de relación con la realidad pero la inmensa mayoría trata siempre de conseguir esa pequeña ración de estética y épica indispensable para seguir viviendo…") y con la extraordinaria y emocionante Canciones para después de una guerra realizada clandestinamente por Martín Patino en 1971 y estrenada en 1976 ("Eran canciones para sobrevivir, canciones con calor, con ilusiones, con historia; canciones para sobreponerse a la oscuridad, al vacío, canciones para tiempos de soledad"). Tres obras tan próximas entre sí en su propósito como a los textos citados ayer de Dickens ("leía como si en ello me fuera la vida") y Trapiello ("Madrid también era el de los bares, las kermeses y las verbenas, los cines -el cine los salvó a todos- y el fútbol") sobre la luz con las que libros y películas alumbran vidas comunes en tiempos oscuros.
Escribe Savater sobre el placer de la lectura: "Nadie me podría explicar de una manera más clara lo que significa el placer de leer que ver la ilusión con la que mi madre esperaba todos los años la novela de Agatha Christie. Agatha Christie ponía todos los años una novela como las gallinas ponen un huevo (…) y mi madre vivía de año en año esperando que llegara la novela de Agatha Christie de la editorial Molino. La ilusión con la que la esperaba y la leía decían más de la pasión por la lectura que cualquier otra cosa que nadie me hubiera podido decir. No hacía falta que nadie me indicara que la lectura podía ser algo maravilloso. Sólo tenía que ver cómo disfrutaba mi madre con esos libros". Esta es la clave, queridos amigos: buscad el placer de la lectura. Lo demás, como sucede con el Reino, se os dará por añadidura.
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