El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
La tribuna
CON toda seguridad, a mí no me cabe duda, lo único que sacamos de positivo o, al menos, de divertido de esta pasada semana de plasmas, independencias, registros, ausencias, dictámenes, vacunas, informes, carencias y resistencias hayan sido todos los memes y demás gracietas que han surgido a partir de las ya célebres recomendaciones de la Organización Mundial de la salud, respecto al consumo de carnes procesadas y carnes rojas. Memorable el de esa lechuga acomodada en el jamonero. Sigamos. Sí, la OMS, esas son sus siglas, ese mismo organismo que nos avisó de una pandemia gripal mundial y universal, casi celestial, y ya no se me ocurre otra palabra que concluya en "al". Todavía recuerdo esa mañana de sábado y me sobrecojo, porque puede que haya sido la única vez que me he sentido como un protagonista de Walking Dead. Muy temprano, comencé mi habitual repaso a la prensa digital, cuando me encuentro, ocupando buena parte de la pantalla, y bajo el titular: Pandemia, la imagen difusa de una pareja con bocas y nariz cubiertas por mascarillas, en un diario nacional. Por un segundo, dudé entre comenzar a llorar, encerrarme con mi esposa e hijos en una habitación o supervisar la cantidad de alimentos acumulados en el frigorífico. Luego, pasados unos días de terror y contagios, de síntomas a flor de piel más allá de la hipocondría habitual, como que no fue para tanto la cosa. Fue para tan poco, en realidad, que los millones de vacunas compradas caducaron y tuvieron que ser destruidas. También costó su buen dinero destruirlas, qué cosas. Eso sí, las farmacéuticas cobraron en su momento, como debe ser, abone al ser servido se podía leer en la parte superior de la clavada. Pues ese mismo organismo, que enriqueció hasta límites infinitos a unas cuantas farmacéuticas, que adelantó una pandemia que nunca fue, ese mismo, la OMS, ahora emite un informe que alerta sobre los efectos nocivos, cancerígenos, en concreto, que puede derivar de la ingesta de carnes rojas y procesadas.
Pero el asunto tiene otra lectura, como poco. En esta ocasión, de la misma manera que sucedió con la pandemia gripal, tampoco le adjudiquemos a la OMS toda la culpabilidad, eso no es bonito ni procede. Los medios de comunicación, algunos medios de deflagración, podríamos calificarlos, te cogen un delito de faltas leves y te lo convierten en toda una sentencia de muerte, tal cual. Escoja entre silla eléctrica o inyección letal. A mí máteme a base de jamón y chuletones, responde un guasón escondido en el tendido. Porque si uno se pone a la leer el texto de la OMS no es realmente lo que algunos titulares con mucha tinta, y mala baba, nos han trasladado, no. ¿Qué hacer, qué comer, de qué morir, por qué vivir? Tantas preguntas y las respuestas en una maraña de informes, titulares y carnes procesadas, vaya lío más grande. Porque ya no solo tienen procesadores los ordenadores, chiste malo, me arrepiento desde ya, pero no he podido evitarlo. En fin, que son miles las preguntas y muy pocas las respuestas, o muy pocas las respuestas realmente coherentes o medianamente acertadas, ya puestos, que no es lo mismo.
Vivimos en la sociedad de la velocidad, y no tanto de la información, las noticias recorren el mundo a la velocidad de la luz, pero sin la certeza de que sean ciertas o no. El titular, chico, el titular, es lo que cuenta. Recuerdo situaciones similares en el pasado, cuando las noticias o los rumores no circulaban tan rápido. Recuerdo cuando los boquerones y las sardinas eran puro veneno y las despachaban en las pescaderías por dos pesetas, y hoy son una factoría de Omega 3. Recuerdo cuando los españoles estábamos completamente locos por consumir aceite de oliva en tal cantidad, y hoy hasta lo venden en ampollas como tratamiento de belleza. Y podría acudir a otros recordatorios similares, porque ya van unos cuantos. Con toda probabilidad, el equilibrio, y puede que la verdad, se encuentre en la mitad, en esa frontera entre el consumo y el abuso. En esa frontera, más allá de la desinformación, los memes y la velocidad, tal vez se encuentre instalada nuestra salud.
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