El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
La tribuna
ME temo que como pronosticador no tengo ningún futuro, y que podría acabar en el grupo de "hombres del tiempo" y/o en el de "vaticinadores electorales", esos grupos donde se admiten la desviación del resultado y hasta el error más evidente. Mis pronósticos cinematográficos no se han cumplido -o se han cumplido muy poco-, ni aquí, ni en los alopécicos Oscar. Evidentemente, mis pronósticos se argumentaban en mis gustos personales, la objetividad la dejo para los profesionales del sector. Reconozco que en los Goya tenía el corazón dividido, que la cosecha cinematográfica del pasado año ha sido sencillamente excepcional. Cuando el ministro Wert nos hace sus cuentas sobre el cine español nos dice una verdad a medias, sobre todo en lo relativo a los resultados económicos. Pretende reducir el daño que está causando la subida del IVA en la Cultura, que es terrible e inconcebible, ofreciéndonos datos obtenidos por producciones realizadas con anterioridad a la subida y, en segundo lugar, apoyándose en fenómenos cinematográficos que escapan de la media, y que no suelen ser habituales en España. Desgraciadamente, los devastadores efectos de la medida los comprobaremos en el medio plazo. El cine español, poco a poco, está consiguiendo desprenderse de ciertos estereotipos que lo han encorsetado durante demasiado tiempo. Hablemos de la gran ganadora en la última edición de los Goya, la Blancanieves de Pablo Berger, poética interpretación del clásico infantil a través de multitud de tópicos y señas de identidad, andaluzas especialmente. Es una hermosa historia la que nos ofrece Pablo, una de esas cintas en la que te reconcilias con el cine como una verdadera disciplina artística.
Muy pocos se habrían sorprendido si los galardones hubieran ido a parar al zurrón de Grupo 7. Es una pena que los premios no se puedan compartir, ya que la película de Alberto Rodríguez hubiera merecido mayor reconocimiento en los Goya. Redonda, exacta y sublime. El director andaluz sigue creciendo, los suyos son pasos gigantescos, y en cada nueva obra percibes cómo su propuesta gana en intención y personalidad. De la gala de los Goya se ha hablado mucho de las reivindicaciones de algunos premiados, también se habría hablado, me temo, si no hubieran reivindicado nada y los de siempre hubieran dicho que no lo hicieron porque son unos "subvencionados", en uno de esos alardes de lenguaje cavernícola. Y sí, soy de los que piensa que se puede reivindicar con un vestido de Armani, de Versace, y hasta con un Ferrari en la puerta, siempre que lo hayas comprado legalmente y con el dinero que has ganado gracias a tu trabajo, faltaría más. Retomando el tema que nos ocupa, reconozco que Lo imposible me entretuvo, como un espectáculo visual, pero que en demasiadas ocasiones me pareció previsible y lineal. Todo lo contrario que Amor de Haneke, pura convulsión, vida en estado puro, emociones a flor de piel. No es Amor una película apta para la "sensibilidad" de la Academia americana, aun así le han concedido la estatuilla en la modalidad de habla "no inglesa". Muy poco, en mi opinión, para la magistral obra, una vez más, de Haneke.
De los Oscar me quedo con el regusto amargo por la indiferencia con la que han tratado a la que considero la mejor película del pasado año, La noche más oscura. Reconozco que me costaría, me dolería, como espectador contemplar una película que narrara una historia así de mi propio país. De hecho, no me gustaría pertenecer a ese país. Aunque eso no debería servir de excusa para ignorar la sublime interpretación de Jessica Chastain, apunten ese nombre, y la antológica dirección de Kathryn Bigelow. Argo, igualmente, es una estupenda película que resucita a su director, Ben Affleck, que estuvimos a punto de verlo protagonizando cualquier bodrio sestero -basado en un hecho real-. Del resto de películas en liza no opino, ya que ninguna de ellas consiguieron interesarme, ni tan siquiera Django, que viene a demostrar el efecto gaseosa de Tarantino. Tengo la impresión de que acabó con las burbujas en los primeros tragos. Aún así, la de 2012, fue una estupenda cosecha cinematográfica, tanto en nuestro país como allende de nuestras fronteras -que es una expresión carpetovetónica donde las haya-. Veremos lo que nos encontramos en el futuro en el cine español, cuando florezca esta nueva siembra en la que Wert le niega el abono, el sol y hasta el agua.
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