13 de mayo 2024 - 00:45

Esto está para volverse loco. Las elecciones catalanas de ayer fueron convocadas por Aragonès anticipadamente, con mucha intención de pillar desprevenidos a sus contrincantes, especialmente Junts. El candidato claro a que Aragonès se opondría era Illa, un tipo tranquilo que me reconcilia en parte con un añorado seny–muy perdido– en cuanto al tono. Solo el PSC tenía claro que Salvador Illa competiría fuera cuando fuese: ganador en las últimas elecciones, claramente alineado con Sánchez a nivel nacional, forjador de consensos internos dentro del PSC. El resto de partidos estaban a por uvas. A ERC le ha salido mal la jugada. Ha ganado claramente Illa, el PSC, y, todo hay que decirlo, la carta de amor, narcótica, de Sánchez, que, sin duda, ha funcionado electoralmente.

No hay un pacto posible del independentismo. Junts, cuya derrota en ese bloque era el objetivo de ERC, ha ganado en ese bloque pero todos han perdido. La elección de Puigdemont como candidato descolocó al candidato que era president y, desde Francia, solo Puigdemont conserva una cierta posición en el marco separatista, que, incluso con eso, se la pega. La noticia es que la mayoría no es nacionalista, por primera vez en muchísimo tiempo, y es muy complicado que Puigdemont pueda reclamar con éxito la presidencia del perdedor. Si no falta a su palabra, si perdía, se perderá.

Hay un pacto a la izquierda que sale con las cuentas que arrojan los escaños obtenidos. Yo he defendido siempre que el que primero tiene que hablar es el que gana y ha sido el PSC. Precisa la suma con ERC, derrotada pero indispensable si quiere tocar poder, y con los Comunes. Tendrá cierta ironía que los Comunes apuntalen un gobierno de Illa, cuando tumbaron el de Aragonès por incluir en el proyecto de presupuestos aquel casino que sí apoyaba Illa; juegos que se juegan. Pero es posible, por un puñado de votos, y sería una interpretación muy razonable de los resultados.

El PP sale de su estado catatónico con un crecimiento más que notable y, aunque se aproxima a un escenario más homogéneo en la totalidad de España, la expectativa de un partido de gobierno en el país requiere un mejor resultado en Cataluña.

El fenómeno ultra conserva a Vox y suma otro actor: Aliança Catalana entra en el Parlament. No tenía bastante la moderación con soportar el catetismo de Vox para tener que soportar también el que traigan los ultras catalanes. No obstante, resultan incómodos, pero irrelevantes.

La alternativa a no conformar un gobierno como el que, por la mínima, pero con un liderazgo innegable del PSC, puede surgir de las urnas es innecesario e inconveniente. Una negativa de ERC a participar en él, o la menos probable de los Comunes, llevaría a una repetición electoral que no es precisa. Illa es clarísimo vencedor y, a mi pesar, también Sánchez.

Lo que pasa en Cataluña no es lo que pasa necesariamente en el resto de España, pero pasar ha pasado y no es menor.

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