¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
¿Dónde está la ultraderecha?
Eso de echar las culpas al otro no está nada bien, pero nada. Ni a nivel personal para encontrarse mejor y relajar el enfado a niveles prácticos, ni tampoco a nivel global. El argumento de que es que Putin -ese personaje, por decir, algo, que pasará a la historia por una invasión injusta y cruenta sobre Ucrania- es el responsable de que paguemos la luz a precios desorbitados, pues como que no, que no es de recibo y menos que se convierta en la excusa de todos los males que asolan a la economía de España, que no. Porque hasta el momento, las eléctricas siguen cobrando sus gigantes beneficios y yo me pregunto ¿eso es también es culpa del presidente de Rusia?
El recibo de la luz, el del gas, la gasolina, el coste de una barra de pan, el precio del aceite… el de casi todo no ha subido en las dos últimas semanas, sino que lleva escalando precios desde hace varios meses y, desde entonces, poco o nada se ha intentado hacer para frenarlo, salvo parches insuficientes. Los mercados se resienten ya de la más que elevada factura energética, pero la economía familiar ya no puede más.
Nos piden desde Europa, ahora que todos somos más europeos que nunca frente a un mal común, que bajemos la calefacción en solidaridad con las víctimas, que con eso, se disminuirá la dependencia de quien ataca a Ucrania. Pues nada, quizá es que no la tengamos que bajar -que no cuesta tanto darle al botón-, porque habría que tener en cuenta que en la última semana habrá quien ni la haya podido encender, como la luz, que ha encadenado precios de récord día tras día. Solución: echarte una manta en casa, no dejarse ni una luz de más prendida y, si con eso se amortigua la invasión, pues mejor que mejor. Pero esa no debe ser la única medida.
Es cierto que las guerras crean inflación, eso en todas partes, y está más que claro que no se puede banalizar una invasión como la que sufre Ucrania a manos de Rusia -todo mi apoyo a las víctimas y aquel país- porque en este mundo globalizado, al final, todos acabamos arrastrando sus consecuencias de alguna forma u otra. Y por cierto, ahora que los reconvertidos en epidemiología -parece que la pandemia del coronavirus ya no interesa tanto- se han cansado y han pasado a ser expertos en guerra y relaciones exteriores, bien deberían revisar sus argumentos y echar una mano, que nunca está de más.
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