Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Gafas de cerca
Al ministro del Interior, Grande-Marlaska, le parece muy mal que el rey Juan Carlos I haya vuelto a España a "salir al mar y a una barbacoa", y no a lo que según su opinión -que es oficial- debería haber venido: a dar explicaciones sobre las actividades de intermediación y corretaje que lo llevaron a la abdicación, al oprobio y al destierro. También influyeron en la caída de esta figura histórica el trajín ocultón de morteradas de dinero en sitios sospechosos, un decepcionante manejo que, para colmo, bien puede estar vinculado a la legendaria vocación de mujeriego del emérito y demérito, que dio síntomas de sentimentalismo otoñal y cascado -tan ajeno a él en su buena madurez- con una mujer mucho más joven que él. Pero es de esperar que el ministro no le reclame explicaciones sobre sus asuntos de cama, sólo faltaría: a nadie se le debe exigir eso, ni al propio Marlaska.
Juan Carlos I, desde un coche y tronchado de la risa, ha respondido con una típica sobradez octogenaria a un periodista que le preguntaba correteando junto al vehículo si iba a dar explicaciones: "¿Explicaciones de qué?". De perdidos, al río, que en Dubái los hay artificiales y preciosos. Al desahogo, se dirá: nada de ahogarse a estas alturas. Los autoflagelos, para quien quiera dárselos; las explicaciones, ante Hacienda o el juez. No ante la cámara de un medio que, sin empacho alguno, dice de editoriales maneras y en primera plana de su periódico hermano lo siguiente: "Ayúdanos a seguir destapando los trapos sucios del Rey emérito y lograr que pueda ser juzgado por todos sus delitos". El Rey perdió de nuevo una oportunidad de ser prudente; la Sexta y Público no la pierden de hacer bandera antimonárquica. Ese texto de llamada a filas, por cierto, acaba con un "Únete a la República".
Mientras, en una galaxia no muy lejana, poco se habla de las declaraciones ante el juez de un allegado cargo institucional e íntimo de Puigdemont -¿recuerdan?-, de nombre Terradellas. Este señor ha relatado los hechos: un emisario de Putin se reunió con el político huido de la justicia en su residencia oficial de Barcelona, y le ofreció de parte de su jefe apoyo financiero, energético y 10.000 soldados a la causa de la secesión. Pero de esto no va a dar explicaciones Puigdemont, ni los odiadores del Borbón van exigirlas ni a promover colectas de denuncia y derribo. A fin de cuentas, y disculpen la ironía, qué explicaciones se van exigir ante una inocente promesa de guerra, habiendo monarcas marchitos a quien pedirlas, dando por ciertos los "delitos" que hagan falta.
También te puede interesar
Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
La ciudad y los días
Carlos Colón
Siempre nos quedará París
Paisaje urbano
Eduardo Osborne
Memoria de Auschwitz
La colmena
Magdalena Trillo
Gracias, Errejón