Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
En tránsito
Hay un dato del que no se ha hablado ni se hablará en esta delirante campaña electoral: nuestra deuda pública ha alcanzado los 1.535 billones de euros, es decir, un 113% del PIB. Eso quiere decir que una gran parte de nuestro escudo social –con las pensiones y las prestaciones de desempleo y los programas de apoyo a los más humildes– se paga a crédito con cargo a unas cifras gigantescas de deuda que nadie sabe cuándo tendremos que devolver. Pero eso, por supuesto, no parece importar a nadie. He hablado últimamente de la deuda con varias personas bien informadas (soy así de raro) y ninguna de ellas tenía ni la más remota idea de que esa deuda existiera. Una de esas personas, además, me aseguró que le daba igual porque el PIB es un invento neoliberal que está concebido para dañar los intereses de la gente humilde. Y otra persona me confesó que le traía sin cuidado la deuda, porque a ella lo único que le preocupaba era el fascismo de Vox. Ya ven.
La otra noticia trascendental que nadie ha comentado durante esta campaña es que los niños de Primaria han retrocedido siete puntos en las pruebas de comprensión lectora (y eso que siempre hemos tenido unos índices muy bajos en lectura). Curiosamente, a quien menos parece preocupar esta noticia es al eximio gremio de escritores, actores e intelectuales varios, a los que no parece inquietar demasiado la posibilidad de quedarse sin lectores cualificados en un futuro próximo. Comprendo que esta noticia sea una bendición para los políticos, ya que no hay mayor utopía para nuestra clase política –tan gritona y tan poco capacitada– que una mayoría de ciudadanos que no sean capaces de entender una frase muy sencilla. Si ahora ya resulta fácil engañar a los electores, imaginen cómo serán las cosas cuando la formación intelectual del ciudadano medio sea equiparable a la de un chimpancé. O sea, que comprendo que el retroceso en comprensión lectora interese a nuestros políticos, pero ¿es normal la indiferencia de nuestros intelectuales? ¿No depende su supervivencia de la existencia de una masa de lectores cultos? Por lo visto, ni siquiera se han dado cuenta. Bienaventurados ellos.
Ya ven. Hasta el 23-J se seguirán diciendo barbaridades y acusaciones estúpidas, pero dos de las cuestiones más importantes que tenemos ni siquiera figurarán en los debates. El futuro es nuestro, amigos.
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