El balcón
Ignacio Martínez
Motos, se pica
La tribuna
TENEMOS que estar contentos: ya son más de seis millones de españoles los que han perdido su empleo o que nunca lo han tenido, a un banquero de dudosa reputación se le "regalan" casi 100 millones de euros en la jubilación, para que no pase apuros el hombre, que la cosa está achuchada, pero contamos con el mejor restaurante del mundo según una distinguida y dicen que célebre revista internacional. El 90% de los españoles no pueden comer en el laureado restaurante, un pico el menú, pero debemos sentirnos orgullosos por tan alta y honorable distinción. Son las cosas de estos días feos y extraños, grises tirando a negros muy negros. Y es que vivimos, tranquila y plácidamente, en esta noria emocional, de informaciones que se sitúan en los puntos más distantes, incluso diletantes, en el perfil de la hoja de sierra. Picos hacia arriba, muy cerca del cielo, y picos hacia abajo, en el pozo de todo, en la profundidad más oscura y silenciosa. Esquizofrenia global, podría ser el nuevo término a acuñar; en el mismo informativo que nos cuentan como han aumentado los datos de exclusión, de pobreza infantil o de desempleados de larga duración, concluyen con una conexión en directo con los propietarios del restaurante que ha recibido tan alta distinción o contándonos que se pagan mil euros por ver a Springteen en Gijón o emitiendo lo más parecido a un publirreportaje sobre las bondades de tal teléfono móvil o tableta de precio desorbitado. Imagino que esas informaciones serán pagadas, digo yo, ya que de otra manera no las podría entender.
Dientes de sierra, camino de una sociedad bipolar. Me ha llamado mucho, muchísimo, la atención una información sobre la última Feria de Abril de Sevilla. Han aumentado el alquiler de calesas, carruajes y demás nobles transportes de mecánica y tracción animal y ha descendido el número de viajeros que han utilizado el autobús o metro para acudir hasta el recinto ferial. Una simple primera interpretación: los que antes tenían más, ahora tienen más aún, o las cosas les han empezado a costar menos, y los que antes teníamos menos ahora tenemos todavía menos, o las cosas nos han empezado a costar más. De Guindos seguro que tiene otras explicaciones posibles, hasta con esas palabrejas que el diccionario te indica que forman parte del universo marciano del vocabulario, y que emplea con su colega Montoro, al que sonríe aunque por las tardes no jueguen al mus, tampoco se van de cañas, que por lo visto la cosa está que pega bocados. Dicen, rumores. Dientes de sierra, eso que va cayendo al suelo, esa nube de serrín que apenas pesa, pero que pesa, ya lo creo que sí, somos nosotros, sí, cada día somos menos. La sierra sigue su particular marcha, a ratos se vuelve loca y le pide prestado el artilugio a los protagonistas de La matanza de Texas, pero nunca deja de actuar, téngalo claro, dientes devoradores como gusanos de seda a finales de abril, no cesan de comer. Dientes que van dividiendo el tablero en dos, sin desfallecer, teniendo muy claro el objetivo: que una vez finalizado el trabajo haya dos tableros, dos, muy claramente diferenciados. Uno amplio, para unos pocos, sin apreturas, cómodos, y otro muy pequeñito y de perfil rugoso, para la mayoría, acostúmbrese al codo en el ojo y la rodilla en el estómago.
Dientes de sierra, perfil de la erosión, secuencia de actos, plan sistematizado, escuche el sonido, el serrín no deja de caer al suelo. Supongo que llegará un día en el que ya no lo soportaremos y gritaremos basta, a pesar de esa paciencia que nos demandan. Un poquito de paciencia, así con el diminutivo, que es más entrañable y conmovedor. Un poquito de paciencia que le voy a cortar otro dedo, pero si ya sólo me queda uno, precisamente por eso, gracias. Dientes de sierra que se conjuga en presente, pero que ya nos han advertido que se seguirá conjugando en el futuro. Futuro, qué cara y rara nos empieza a sonar la palabra. ¿No tenemos nada qué hacer? Yo creo que sí, que entre todos podemos conseguir que los dientes de esta sierra dejen de ser tan afilados y devoradores, que no haya tales distancias entre los picos. Tenemos que reclamar, por justicia, por nuestros hijos sobre todo, que el perfil sea plano, para todos el mismo perfil, para todos el mismo tablero, en idénticas condiciones y proporciones. No queremos ser serrín, no, podemos detener esta sierra, mellar sus dientes.
También te puede interesar
El balcón
Ignacio Martínez
Motos, se pica
La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
Por montera
Mariló Montero
Mi buena vecina
A la sombra ?de los olmos
Hogares sin luz