La Gloria de San Agustín
Rafalete ·
Felices fiestas
Editorial
ESTA semana se celebra en Filadelfia la convención del Partido Demócrata que debe elegir a Hillary Clinton como candidata a la presidencia de EEUU. En un intento de marcar distancias con su adversario, Clinton ha escogido como vicepresidente a Tim Kaine, un amante de la cultura hispana, partidario de una regularización inmigratoria y presidente de la Fundación Estados Unidos-España. En la convención intervendrá una mujer indocumentada, Francisca Ortiz, cuya hija ya es ciudadana norteamericana, un ejemplo de los desajustes de las leyes inmigratorias. Frente a ellos está el empresario Donald Trump, dispuesto a sacar a su país de casi todos los organismos internacionales, incluso de los que lidera. El Trexit afecta, de momento, a la Organización Mundial de Comercio (OMC), a la OTAN y al propio continente. Y casi al resto del mundo. Es el señor de los muros. En unas declaraciones propias del personaje pero impropias de un político que aspira a liderar el mundo, Donald Trump sugirió en la NBC que colocará a Francia y Alemania en el listado de países cuyos ciudadanos tendrán problemas para viajar a Estados Unidos, debido a que ambos "están gangrenados por el terrorismo". En su opinión, son culpables de lo sucedido en Niza y en Múnich porque han permitido la entrada masiva de personas en su territorio. Trump también es un descendiente cercano de emigrantes europeos, pero no se trata de desmontar aquí los argumentos del candidato republicano, sino de llamar la atención de los peligros del populismo: la mentira que goza de mayor aceptación es aquella que resuelve de un modo muy fácil los problemas más complejos. Donald Trump quiere ser un antisistema desde dentro del sistema, un aliado del sentir popular contra la casta de políticos de Washington, de la que Clinton es una integrante distinguida, y contra las instituciones en general. No importa que Estados Unidos haya sido el principal beneficiario, y uno de los impulsores, de la globalización, él estará en contra de todo aquello que sea impopular. La satanización del contrincante es propia de los populismos, de ahí los insultos que Hillary Clinton ha recibido en la convención republicana, desde asesina a merecedora de cárcel. En los sondeos, un 65% considera que Clinton es deshonesta, un mal dato, aunque sólo tres puntos por encima del propio Trump. EEUUse juega en las elecciones de noviembre un paso atrás en su liderazgo político y empresarial del mundo justo en unos momentos en que otros actores, caso de Rusia, comienzan a cristalizar en torno a sus fronteras una alianza no confesa de países de dudoso comportamiento democrático.
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