Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Alto y claro
La noticia de las elecciones vascas del domingo pasado no es que el PNV se eternice a imagen de lo que fueran el PRI mexicano o el PSOE andaluz de sus buenos tiempos, que no volverán. Ni que Podemos se haya hundido, confirmando su tendencia hacia la nada que compatibiliza a las mil maravillas con agarrase como una lapa al poder consciente de que ya nunca más se verá en algo parecido. No, la noticia, lamentable para el que tenga un mínimo de memoria, es que el único partido que ha ganado votos y lo ha hecho con suficiencia ha sido el de los herederos de ETA. Vox también sube y logra un escaño en Álava, pero ésa es otra historia. A pesar de la bajada de la participación, 23.516 vascos que no lo hicieron hace cuatro años han metido en la urna una papeleta que a un montón de españoles se nos antoja todavía manchada de sangre. Posiblemente el error de apreciación sea nuestro. Según todos los análisis sociológicos publicados antes y después del 12-J, los que han llenado las urnas para EH-Bildu son jóvenes que eran niños cuando ETA, en 2011, guardó las pistolas; o, mejor dicho, le obligaron a guardarlas tras ser derrotados tanto en el frente policial como en el político. Para esos muchachos, las décadas de plomo que atravesó su país son parte de una historia lejana que además nadie les cuenta, porque ETA no está ni en los programas educativos ni en el día a día de los vascos. Un reportaje publicado en un periódico nacional un día antes de las elecciones mostraba a un grupo de jóvenes que eran incapaces de situar quién fue Miguel Ángel Blanco y que veían a EH Bildu como una fuerza progresista con un programa ecologista y feminista. Además, su candidata Maddalen Iriarte ha ofrecido una imagen renovada y fresca, a pesar de que detrás de ella estaba Arnaldo Otegi, un tipo de armas tomar en sentido estricto.
Ésa es la nueva realidad con la que habrá que analizar a partir de ahora lo que ocurra en el País Vasco: una parte que cada vez va a ser mayor de los que allí viven van a considerar que ETA es una reliquia del pasado sobre la que tendrán una idea vaga. En parte, porque eso es ya una realidad y en parte porque la Historia, una vez más, se va a hurtar y se va a manipular a conciencia. Conviene que nos vayamos acostumbrando a ver a los que hasta hace no tanto defendían las metralletas para imponer un régimen racista reciclados en ecologistas y feministas. Quién nos lo iba a decir.
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