Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
El presidente ha sido investido, como todo el mundo aquí ya sabe. A falta de que probablemente hoy conozcamos a las personas que llevarán los ministerios, con la curiosidad de ver cómo paga y se cobra Sánchez alguna deuda de lealtades (Llop, Bolaños, los López, Patxi y Óscar) y cómo se coloca Yolanda el traje de costurera (Urtasun y Mónica versus Podemos total), está hecho. Gobierno legal, gobierno legítimo, mantra correcto de argumentario. La estupidez de manifestarse ruidosos y bravucones en Ferraz y el resto de sedes socialistas irá decayendo progresivamente. Insisto en que ese facherío revuelto con banderas carlistas, cánticos franquistas y niñatos exagerados sin más argumento que el insulto cutre lastra, y mucho, a la fortaleza de ideas que la mayoría social del país (indignada, demócrata y solvente) expresa frente al atropello por fascículos de Sánchez y su tropa, original y añadida, y beneficia, sin duda, a este tipo investido de autoridad, pero desprovisto de principios.
Los demás hemos sido embestidos. Sin remedio aparente ni solución que se vislumbre cercana. No entiendo mucho de toros, por no decir nada, porque, por no ser, ni soy aficionado. Pero tiraré de oficio e investigación, así como de puro sentido común. El toro nos ha corneado. Ya lo venía advirtiendo. El toro, más que bravo, resultaba traicionero. El toro ha hecho derrotes cortos, a derecha y a izquierda, cabeceando repetitivo, y ha engañado, mucho: paseaba cortito, mirando lastimero al derredor, castigado, incluso parecía al principio que enfilaba a chiqueros, si venían mal dadas, pero al tiempo andaba midiendo el albero, cogiendo el impulso preciso para, tenernos cerquita, amontonados y liarla parda. Ahora, una vez embestidos, con la cornada sangrando, abierta y profunda, con varias trayectorias, solo cabe esperar una primera atención en la enfermería. Salvada la vida, que está por ver, aunque todo apunta a que sí (otras plazas hay con mejor éxito y gran parte de la afición está entregada), buen hospital y convalecencia. La decisión trágica que resolver es si después del percance se vuelve a la plaza pronto, quién y cómo, o nos retiramos al campo, a contarnos lo que no fue.
Para contarlo todo, hay que decir que el toro vivo se ha gestionado el perdón. Es como si en la plaza, al toro, por bravo, que ya te digo yo que no, que traicionero solo –hábil y rápido, sí, pero taimado y letal–, la autoridad, le hubiera indultado, pero no, es más: el toro, ése y toda la ganadería suya y prestada, va a ser amnistiado, como si no hubiera luchado nunca. Y el respetable, ya ves, sin enterarse, anonadado en su sitio, pensando que la entrada que pagó no era para eso.
En esto pido organización y cabeza, en vez de gritos y carreras, porque lo que nos queda es de traca. Sobre este desatino, que es atropello y ahora viene lo duro, me retiro un poquito al rincón de pensar. Pero, advierto al toro, no me voy. Me tienes enfrente. Ya te conozco.
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