La esquina
José Aguilar
Un fiscal bajo sospecha
El balcón
Juan Domingo Perón, presidente de Argentina el siglo pasado, tenía un ardid para controlar los daños reputacionales: tener siempre fusibles. Ya saben, un hilito colocado en las instalaciones eléctricas para que se funda en las subidas de tensión. Ábalos era el fusible de Sánchez en la sobrecarga reputacional del Gobierno por el caso Koldo. Y no se ha fundido… Problema añadido para un presidente cogido con alfileres al poder. José Luis Ábalos no es no importa quién. Fue uno de los pocos fieles a Pedro Sánchez cuando lo defenestró el susanismo en 2016. Fue decisivo para que el derrocado secretario general desafiara a la presidenta andaluza en las primarias de 2017. Y, sobre todo, fue quien presentó un año más tarde la moción de censura contra Rajoy que llevó a Sánchez a la Moncloa. Durísimo contra la corrupción, sostuvo que el presidente del PP tenía una responsabilidad política por el caso Gürtel.
Hay un fuerte componente de venganza en este escándalo. Venganza del PP contra Ábalos por aquel discurso. Venganza de Ayuso, por las críticas socialistas al negocio de mascarillas de su hermano con la Comunidad de Madrid. Y riesgo de venganza, en la incontrolada gira por las televisiones de Ábalos. Ayuso, con la espada de fuego, pide la dimisión de Francina Armengol. En el PP dicen que van a llegar hasta el final, que Pedro Sánchez conocía toda la trama del caso Koldo y que la comisión de investigación en el Congreso sería un circo.
Resulta obsceno oír a responsables de los dos grandes partidos viendo tan claramente las culpas rivales y ninguna en sus filas. Isabel Díaz Ayuso tiene una responsabilidad ética por permitir que su hermano ganara una fortuna vendiendo al gobierno que ella preside. Hace dos años, al presidente nacional del PP le pareció que en esa actuación había tráfico de influencias e incumplimiento de la ley de altos cargos de la Comunidad, que prohíbe contratar con familiares. El PP tardó seis días en eliminar a su presidente. La corrupción iguala a todos; de derecha a izquierda. Nadie está a salvo, ni un robagallinas como Koldo, ni un príncipe de papel cuché como Medina.
Ábalos se niega a ser un fusible. Bien, pero tiene una responsabilidad política. Hace tres meses y medio, el primer ministro portugués dimitió por una acusación a su jefe de gabinete. En 1999, José Borrell dimitió como candidato a la Presidencia por un fraude a Hacienda de dos colaboradores suyos. Aunque Ábalos no lo admita, tiene una factura que pagar. Dice que no quiere convertirse en un apestado político, sin darse cuenta de que ya lo es.
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