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EN la puerta del Ayuntamiento hubo ayer -de nuevo, desgraciadamente- silencio y frío. ¿Por qué hace frío cada vez que hay una concentración tras un atentado mortal de ETA? Los abrigos y las bufandas no daban calidez a la repulsa pacífica y democrática de quienes no se cansan de salir a la calle en contra de su voluntad para que se escuche el clamor de su silencio. El carillón de San Pablo estaba enmudecido y los vehículos que llegaban por Alfaros no molestaban siquiera a la concentración. Ni pájaros hubo que se hicieran notar en la calle Capitulares. La alegría de las flores de pascua y del alumbrado navideño a punto de estrenarse eran la cruel contradicción de un día gris y frío en el cielo y en los ánimos. Tras el silencio, las palabras -siempre las mismas y siempre tan necesarias- de repulsa, de condena a unos y de apoyo a otros. Siempre igual, siempre con frío en Capitulares.
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