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Pues la semana que viene, justo el próximo jueves llega El Gordo, el de la Navidad. Un sorteo que mueve millones de euros, también de ilusiones, y que de tocar hace más feliz la vida del afortunado. Hace unos días, mi gran amiga Mela me llamó para preguntarme que si compartíamos un décimo y, evidentemente, mi respuesta fue afirmativa porque si no juegas, no tienes la oportunidad de ganar, si es que alguna vez toca, las cosas claras.
Con esto del Sorteo de Navidad de cada 22 de diciembre, hay quien se deja llevar y hay quien no puede poner reparos en decir que sí a comprar el décimo de la empresa, a compartir algún que otro número con los amigos, los primos, la familia o coger alguna que otra participación de la hermandad o del supermercado de turno, no vaya a tocar y después de hacer la compra de manera habitual en uno u otro establecimiento durante muchos años, vayas a ser el cliente que se quede sin premio. Eso sí, también hay que tener en cuenta que muchas personas están obsesionadas con juegos de azar como la Lotería de Navidad, a pesar de que existen pruebas que demuestran que apenas hay posibilidades de que toque siempre que se juega.
Durante mi niñez, como las de muchas personas, el 22 de diciembre era el día en el que sonaba de fondo el runrún de los niños de San Ildefonso y sus 150.000 pesetas, puesto que había más de 1.500 números que se llevaban la pedrea. Un cántico que ahora repiten pero con 1.000 euros, al que después de tantos años nos hemos acostumbrado.
Ahora conocer si has pillado alguna terminación es mucho más fácil que antes, solo hay que acudir a cualquier buscador online durante el sorteo y comprobar si ha tocado o no. Pero no hace tanto, había que esperar al día siguiente a que los periódicos publicasen aquella sábana para comprobar número por número o acudir a la pertinente administración de lotería, cola incluida, para saber si había caído algo de la pedrea porque los principales premios sí que se conocían.
Sin duda un sorteo con gran arraigo en España desde aquel primigenio del 18 de diciembre de 1812 que genera expectativa, ilusión y esperanza colectiva, que representa la antesala de las fiestas navideñas cada año y que en todo este tiempo no ha faltado nunca a su cita. Por cierto, que haya suerte, y si no, como sostiene el dicho popular, lo importante es la salud.
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