Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Tinta y borrones
Quizá hoy la puerta esté cerrada. Quizá hoy se haya tomado el día libre para descansar. Puede que hoy solo se haya asomado una vez de la ventana para ver que siguen todas las macetas colocadas. Seguramente hoy haya preferido el sofá del salón a la silla de anea. Es posible que no haya barrido las hojas de las buganvillas que se ha llevado el aire y se han quedado en el suelo. Incluso aún no habrá recogido la regadera del rincón. Con toda probabilidad no habrá abierto al turista despistado y habrá podido ver la novela.
Pero también habrá echado de menos el trasiego de la gente, las conversaciones con los de fuera. No sabrá a quién contarle ahora que la fue el primer patio que tuvo la flor de la gamba, que su camelia roja japónica está preciosa aunque nadie se explica cómo sigue en flor si es una planta más propia del invierno. Que todas las macetas le agarran, da igual que las plante en un tapón. A ver quién se sorprende ahora de la cifra de más de 500 tiestos repartidos por esas cuatro paredes, con quién comparte las historias de los cuidados, que empiezan mucho antes de abrir las puertas en el concurso. Recordará cuántas veces le han preguntado cómo riega tanta flor y cuánta tarda en hacerlo. Habrá perdido la cuenta de las veces que ha explicado el origen de la suegra y la nuera o que ha presumido de petunias. Rememorará también tantos y tantos beautiful escuchados por los turistas, y pensará si aún queda alguien que no sepa de sus plantas medicinales como las bacopas.
Será un día extraño, de acostumbrarse de nuevo al silencio que entrañan las tardes casi veraniegas del Casco Histórico. Una jornada de transición, no tanto de descanso, antes de ponerse otra vez manos a la obra. A mimar de nuevo las plantas, a regar, a podar, a trasplantar, a criar nuevas variedades en dar y recibir alegría y color. Será un día raro para todos los cuidadores y propietarios que durante 15 días nos han abierto sus casas de una manera tan generosa pero tan natural que muchos seguimos aún sin entender.
Casi un millón de visitas ha acaparado este año el concurso de Patios de Córdoba, una tradición que va mucho más allá de estos números, porque la entrega de los cuidadores no se puede cuantificar. A todos ellos, gracias. Gracias por mantener una tradición que refleja la esencia de una ciudad en la que siempre se vivió con la puerta abierta. Aunque hoy permanezcan cerradas.
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