Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
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La pica en flandes
SEGURO que muchos han oído esta cantinela durante años. Ni empresario, ni autónomo, ni asalariado. "Hijo mío: tú funcionario". Siempre fue la frase, la recomendación de éxito en España y quizá por ello nos va como nos va. Acabar la carrera, el cursillo, el bachiller y a preparar oposiciones ha sido durante años la gran alternativa. "Tú, funcionario". Y ya está. Se acabaron los problemas. De ocho a tres, de lunes a viernes. Tiempo libre. Mutua privada por si te pones malo. Derechos inalienables. "Tú, funcionario. Esto es una lotería", he oído decir alguna vez a algún padre. Para ser empleado público no hay más que el estudio y la insistencia. Porque si insistes puedes, no vas a aprobar a la primera, pero si coges una interinidad, poquito a poco te sitúas en el concurso y luego, ¡pum!, funcionario. Chollo para toda la vida. Son 14 ó 15 pagas, sueldo siempre por encima de la media del sector. "Hombre, no te haces rico, pero no te falta y el día 27 de cada mes, la nómina en la caja". Pero la recomendación de todas las recomendaciones de los recomendadotes del funcionariado es aquella que asegura a pies juntillas que "Papá Estado nunca quiebra, es la empresa más segura, sobre todo, porque si quiebra esa quiebra todo". Me encanta, es toda una declaración de intenciones. Una razón de peso para ser funcionario. Si las generaciones que nos preceden o las que tienen hijos en edad de decidir su futuro profesional hubieran aconsejado o aconsejaran a sus hijos crear una empresa o comprometerse con la que les paga con dedicación y entrega a cambio de un salario justo, este país marcharía de una forma muy distinta. Al final uno se da cuenta de que el español, aparte de tener un secular lado pícaro, es un ser conservador. Quizá los avatares de nuestra complicada historia más reciente, llena de guerras, revueltas, vaivenes y constituciones nos lleva a amarrar nuestras vidas cotidianas. Igual la Guerra Civil, la posguerra y el franquismo ha influenciado de tal manera a nuestros padres y abuelos, con sus fatigas incluidas, que siempre creyeron que sólo la panacea del funcionario es la adecuada para vivir tranquilo. "Y una vez que tengas la oposiciones y el bollo seguro pues ya te realizas o haces lo que te dé la gana". Pero el cuento ha cambiado. De Cospedal marca en Castilla La Mancha las líneas de la política que viene. E igual tiene que ser así porque el estado no aguanta más. Igual hay que rebajar sueldos y privilegios para que la máquina pite. Aquí no hay más cera que la que arde. ¿Pero qué hacemos con los millones de personas que se han ganado un derecho en una oposición? ¿Cómo se les explica que son los que tienen que sufrir el sacrificio? La cuestión no se presenta fácil porque llevamos demasiados años oyendo la frase: "Hijo mío: tú, funcionario".
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