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PARECE que los fríos ya están pasando y que la primavera está cerca. Todavía nos quedará algún arrechucho malo, pero yo creo que lo peor ya ha pasado. Y es que este año hemos tenido invierno de verdad, como los de antiguamente y que ya creíamos que no tendríamos más. Que nos ha llovido de lo lindo y hemos pasado todo el frío del mundo, pero todo se acaba, que tanto lo bueno como lo malo siempre tienen su final, queramos o no.
Algunas vecinos de mi barrio están deseando que haya tres días con sol para encalar las fachadas de sus casas, que esa es una tradición muy nuestra, que nos gusta estar como de estreno para cuando llegue la Semana Santa. Por mi barrio ya llevan unas cuantas semanas preparándose las cofradías, y es que sacar un paso a la calle tiene una faena enorme, que eso no es cualquier cosa, que hay mucho que preparar y hay que conjuntar a un montón de gente para que luego todo salga como se espera. Ya empiezo a ver el movimiento y ya me empiezo a poner nervioso, porque como la primavera de Córdoba no hay nada en el mundo, pero nada. Y yo creo que este año la vamos a disfrutar más que otros años, que necesitamos darnos una alegría para el cuerpo entre tantas malas noticias y porque hemos tenido un invierno demasiado largo. Que tenemos menos para gastar, pues ya nos la ingeniaremos para pasarlo igual que siempre, que en eso somos unos maestros auténticos y lo que podamos lo tenemos que seguir disfrutando.
Esta semana he leído en mi Día que en algunos restaurantes de Córdoba se van a hacer como tabernas cofrades o van a tener su rinconcillo para la Semana Santa. Yo creo que es una buena idea, que hay mucha gente que disfruta de eso y le gusta encontrarse con otros que tienen sus mismos gustos. A mi me gusta la Semana Santa, pero sin excesos, que tampoco soy yo como mi amigo Paco, que te lo ves en Fuengirola, en pleno agosto, hablando del tema a todas horas, y que cuando alguien le llama al móvil suena Campanilleros. Y como mi amigo Paco hay un montón y bien saben ustedes que no estoy exagerando, que todos conocemos a alguno. A mí me gusta disfrutar de las cosas en su medida, que yo creo que es lo mejor y lo más sano, que cuando se llegan a los extremos ya nada es igual y todo empieza a ser diferente, y no sé si me estoy explicando. Y eso te puede pasar con la Semana Santa, con los peroles o con el fútbol. De fútbol me había prometido esta semana no hablar, porque vaya tela. Que si un día subimos un escalón, al siguiente bajamos dos de un tirón. Mientras que no acabemos en el sótano, pues eso.
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