La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
EN las largas e interminables noches de insomnio he imaginado novelas que, afortunadamente, nunca he llegado a escribir. Con el nuevo día regresó la cordura o como se quiera llamar. Novelas de vampiros y hadas, adaptaciones de videojuegos, biografías impensables, conatos de ensayos sobre los más absurdos temas y personajes. En las nerviosas y febriles noches de insomnio he diseñado la arquitectura contable de esos millones que la Primitiva y el Cuponazo se empeñan en negarme semana tras semana. He repartido el dinero, he planificado inversiones, mudanzas, viajes, como si la ristra de ceros caminara por mi cuenta corriente. Menudo atraco el hachazo que le metió Rajoy a los premios. En las indeseadas y nunca previstas noches de insomnio he trazado nuevas vidas, muy diferentes a la actual, en todos sus aspectos, que no han soportado el sonido del despertador. Adiós tabaco, hola deporte, más disciplina en los horarios, más austeridad en los actos, más método para moldear la anarquía, todas esas cosas que pensamos mientras las uvas recorren nuestras gargantas los doce últimos segundos de cualquier 31 de diciembre. Propósitos y enmiendas. En las insensibles y nunca disfrutadas noches de insomnio he buscado esos remedios que son "mano de santo" pero que tan raramente funcionan: infusiones con superpoderes, millones de ovejas trotando por la granja, posturas orientales -dicen-, técnicas de relajación vistas en una revista de sala de espera, para acabar, finalmente, en los brazos de un cigarrillo o del chocolate que, supuestamente, son el peor remedio, por muy tradicionales que sean.
En las despiadadas y atropelladas noches de insomnio he buscado en el baúl de los recuerdos, que suene Karina a toda pastilla, esas imágenes que catalogamos como gratificantes o he imaginado nuevas y desconocidas, esos paraísos que las agencias de viajes nos muestran en sus campañas publicitarias, en un intento de escapada. En las pesadas noches de insomnio he descubierto las propiedades de los auténticos y milenarios cuchillos japoneses, la inquietante personalidad de Sandro Rey y algunas joyas del cine checo que no tenía idea que existieran; también he descubierto el peso de los segundos y de los minutos, que no es el mismo que durante el día. O he formulado teorías descabelladas, absurdas, como analizar porqué tanta gente llama al insomnio "insonmio", no me diga que no lo ha escuchado alguna vez, que forma parte de los hits de palabras mal pronunciadas, junto a "cocreta" y "gabina". Se pueden hacer otras muchas cosas en una noche de insomnio, productivas incluso, o no, depende, pero el pudor y la intimidad me invitan al silencio, por esta vez. Escribo esta columna en una noche de insomnio, y no es un homenaje a Shakespeare, una adaptación tragicocómica en todo caso, que no es poco a estas alturas del partido. Se daban todas las condiciones para que estuviera dormido a esta hora, cansancio, sueño, tranquilidad, pero el insomnio no entiende de circunstancias ajenas y siempre impone las propias, sus reglas, para nuestra desgracia. Si me dieran a elegir, no elegiría ninguno, el masoquismo no es un vicio que me atraiga, por el momento, me quedo con el insomnio veraniego, más fresco, más llevadero, más libre, más amable, si es que procede esta palabra, que el invernal, que te exige de cuidados y prevenciones, no añadir más riesgos.
En las noches de insomnio descubres picores y malestares que te eran desconocidos, carencias del colchón y aristas de esa almohada a la que normalmente te entregas con cariño. También descubres que quien nos diseñó se olvidó de incorporarnos una funda o cavidad donde esconder nuestros brazos y piernas, al convertirse en nuestros peores aliados, su colocación no es un asunto menor. Y también descubres en las largas noches de insomnio que determinados sonidos, el zumbido de ese mosquito traicionero o el ronquido del vecino, no deberían pasar los controles administrativos de acústica medioambiental. Renunciaría con gusto, feliz, a todos estos descubrimientos, a todas estas elucubraciones, por noches de sueño y descanso. Como a las avispas, todavía no le he encontrado una sola ventaja al insomnio. Tal vez una, esta misma noche: este artículo. Pan en la noche de las penas.
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