Tribuna de opinión
Juan Luis Selma
Todo, por un Niño que nos ha nacido
Crónica personal
Al españolito de a pie y al que va en coche, incluso al españolito que ocupa un despacho con poder, debe gustarle la terquedad, el empeño, la tozudez, el tesón y el empecinamiento, si se mira lo ocurrido hace un mes cuando la presidenta madrileña arrasó en las elecciones autonómicas. Isabel la Empecinada, podría decirse, porque si consiguió ese triunfo apoteósico fue porque sus votantes encontraron meritorio y valiente defender los intereses de los madrileños, y los propios, contra viento y marea.
Se impuso incluso a Génova, que pinchó en hueso en Madrid cuando pretendió imponer varios nombres en la lista a la Asamblea regional, que finalmente encabezaron los consejeros a los que Ayuso quería premiar por su lealtad y trabajo en tiempos difíciles. Ahora, a dos semanas de que ser investida presidente nuevamente, se ha apuntado nuevos tantos: el más importante, que ha impuesto su criterio de que debe ser presidenta del PP madrileño, a pesar de las maniobras de García Egea para poner a otra persona con el argumento de que ese cargo debía ser ocupado por alguien que se dedicara a él en exclusividad… cuando a nadie se le escapa que lo que pretendía alguna gente de Génova es que la madrileña no tuviera más poder del que ya tiene.
Estos días en los que prepara su discurso de investidura y hace esquemas sobre cómo configurar el nuevo Gobierno, no ha descuidado la estrategia que la ha catapultado a las alturas: hacer la pascua al Gobierno, sobre todo al presidente y a sus ministros de sanidad. Ya las tuvo tiesas con Illa cuando imponía su criterio en Madrid frente al criterio que trataba de imponer el ex ministro. Y las cifras de la pandemia no fueron peores en Madrid que en otras comunidades más dóciles. Visto lo cual, cuando Carolina Darias dicta medidas que echarán por tierra las esperanza del sector hostelero en la remontada y Ayuso ha dicho que no piensa aplicarlas, la mitad de los gobiernos regionales se han apuntado a ese carro, incluidos varios del PSOE.
Esa sensación permanente que tienen la mayoría de los españoles de que el Gobierno no sabe para dónde tirar, que actúa de forma disparatada ante una crisis con Marruecos y la agrava más, o que su idea de negociar con los independentistas es dejarles el campo libre para que hagan lo que les dé la gana, provoca que millones de madrileños de muy diferentes ideologías, incluso de la izquierda, se hayan volcado con una dirigente que tomaba decisiones que le parecían acertadas. Incluso cuando eran contrarias a las que indicaba Moncloa … o Génova.
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