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Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Gafas de cerca
El día en que se supo por la radio que John Fitzgerald Kennedy había sido asesinado de un par de balazos en Dallas, no se sabe muy bien por quién, o sí, a mi madre y a mí se nos cortó el suministro, que era el mismo: ella me daba el pecho. Como sucede con esos sucesos que al tiempo resultan para uno leyendas de andar por casa, nunca podré olvidar que aquello es una efeméride datada en 1963. Durante el Confinamiento, el reconocido por áspero Dylan tuvo la dulzura de regalarnos una salmodia embriagadora y minimalista sobre la historia de Estados Unidos (Murder Most Foul, 17 minutos de ostinato y mantra), dedicada en especial a JFK y, junto con su magnicidio, al comienzo del declive de Occidente, si bien en clave USA (que no es poca clave). Dejad que Bob Dylan se acerque a nosotros, como un niño de edad provecta.
Ahora aspira a residir en la Casa Blanca otro miembro del Gotha yanqui, sobrino de JFK e hijo homónimo del también asesinado Bobby, Robert F. Kennedy jr. Hasta ahí, todo normal. Lo que resulta más llamativo es que dentro del propio Partido Demócrata no hay duda: por su actitud y propuestas, su partido natural sería el republicano, una contradicción ontológica y antológica siendo un Kennedy. Parece que esa corriente invisible que lleva a las personas y a las cosas hacia el conservadurismo –y alguno dirá que a la degeneración– se hace de nuevo corpórea en este caso. Ya saben lo que se dice: quien es “de orden” y de derechas de joven es un viejo prematuro; quien es de izquierdas de mayor es un Peter Pan, o un tótem momificado.
Este nuevo candidato de apellido irlandés –o sea, católico– tiene 69 años, edad que justifica esa hipótesis que asocia edades e ideología: quien es más viejo suele tener más que conservar. Uno es partidario de cierta gerontocracia, de no jubilar por sistema. Qué mejor cabeza –si no se ha perdido– que la de una persona mayor honesta o con poco que ganar o perder: de niñatos y adanes populistas nos libre el Señor (fíjense que expresión tan demodé: lo que va habiendo). Propongo que nos quedemos con la reflexión de otra leyenda, ya desparecida, David Bowie: “El envejecimiento es un proceso extraordinario donde nos convertimos en la persona que debíamos haber sido siempre”. Murió prematuramente, a los 69. Por cierto, esa es la edad que tiene el demoblicano o republócrata Kennedy que ahora quiere usufructuar su saga, aun teniendo el partido alma roja (ese es el color de los liberales de espíritu en America, el de los conservadores es el azul). 69, quién dijo miedo. Dylan tiene 82.
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