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Se cumplen estos días sesenta años del magnicidio que acabó con la vida de John F. Kennedy, el presidente americano que inauguró un nuevo tiempo en la política y en la sociedad. No ha sido JFK el mejor presidente de la historia de los Estados Unidos, ni siquiera del siglo XX, y en su corta trayectoria al frente de la nación más poderosa del mundo hay aspectos bastante discutibles, como su decidida apuesta por la guerra de Vietnam, luego agravada con creces por el presidente Johnson, o la gestión de la crisis de los misiles, que puso al mundo al borde de una tercera guerra mundial.
Pero donde el presidente americano es sencillamente imbatible es en el terreno de la imagen. Hay un antes y un después en la comunicación política desde las elecciones presidenciales de 1960, cuando derrotó a quien varios años después fuera el presidente republicano que, precisamente, retiró a sus tropas exhaustas del Vietnam y acercó posiciones con China, Richard Nixon. Pero en lo más álgido de la guerra fría, fue aquel joven presidente, con Jackie, el precursor de un nuevo mensaje generacional para la inauguración de un incipiente tiempo político… y social.
En esos primeros sesenta, se empieza a vivir una auténtica revolución social y estética, con epicentro en Estados Unidos pero de rápida influencia en Europa vía Inglaterra, que marcará a las generaciones posteriores. Muy poco después aparecerán Los Beatles, depositarios y renovadores de las melodías del pujante rhythm and blues americano que llegó al viejo continente por el gran puerto de Liverpool. Los Beatles, en cierto sentido, son a la música lo que Kennedy a la política, y sin ambos es imposible entender aquella era pop que lo invadiría todo.
En tiempos de cambios e ilusiones, lo social y lo político estaban estrechamente ligados. Los anhelos y desvelos de esa juventud inquieta de la época (pacifismo, etnicismo, descolonización…) tuvieron su eco en los sucesivos movimientos más o menos underground (hippies, punkies…) que no dejaron de tener su punto de malditismo representado en otros caídos célebres como Luther King o, más tarde, el mismo Lennon. Hoy, cuando la muerte de Kennedy en Dallas es apenas historia, nos vuelve sin embargo el recuerdo de la gran Marilyn, otra diosa desdichada, entonando el Happy Birthday Mr Presidente en el Madison Square Garden, para evocarlo ahora como el mejor apunte de una época irrepetible.
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