Magdalena Trillo

La Ley del Mar

La colmena

Cuando la gesta de los marineros de Santa Pola, la UE mejoró la legislación sobre inmigración; hoy, pasos atrás

24 de enero 2024 - 00:15

Este mes de enero he vuelto a las aulas. A tomar notas y, sin lograrlo, a no caer en la tentación de distraerme cogiendo el móvil. Una más junto a estudiantes de Túnez, Argelia, Etiopía, India o Brasil que hablan nosecuantos idiomas. Por cosas del destino, más bien de la Universidad porque estoy en Palermo con un proyecto europeo sobre migraciones (Global-Answer), me he puesto a estudiar italiano.

En unas semanas me ha cambiado la vida. Aunque en Sicilia no es difícil hacerse entender, te miran de otro modo cuando haces un esfuerzo por integrarte hablando su idioma. Con eso tan recomendable de respetar al otro en su casa y conocer su cultura. Incluida esa mafia que los guías te muestran desde el Teatro Massimo como una historia del pasado obviando que los criminales siempre evolucionan, se infiltran en los sectores estratégicos de cada momento (como el energético) y tienen muy poco que ver con esa cosa nostra que tan bien funciona en el cine.

Los sicilianos son muy andaluces. Tienen un acento muy particular, se quejan de que los “estirados del norte” les miran por encima del hombro y es recurrente encontrar en los periódicos locales informaciones sobre los agravios de Meloni.

Lampedusa está muy cerca; Malta, mucho más. Siempre he pensado que los contextos, el cuándo, el dónde y el con quién, funcionan como un filtro modificador de todo lo que vemos y sentimos. Me engancho al estreno de La Ley del Mar, la miniserie de TVE sobre la gesta del barco pesquero que en 2006 puso en jaque a la diplomacia europea, completamente desnuda. A la intemperie. El trabajo de Luis Tosar y Blanca Portillo, de toda esa tripulación, esas familias y ese pueblo que se pone en pie por los suyos, se presenta como ficción dramatizada pero bien podría ser un documental.

La historia la conocemos todos; la forma de entenderla, de afrontar el desafío de las migraciones, tiene más que ver con nosotros mismos que con los demás. Después de la hazaña de los marineros de Santa Pola, de la presión de la opinión pública, la UE acabó cambiando la legislación sobre inmigración. Entonces la mejoró; ahora la ha vuelto a endurecer. Y en España nos permitimos el lujo de plantear que cada comunidad (que Cataluña) vaya a lo suyo. Vivimos tiempos de retroceso. No hablo de economía ni de política; hablo de valores y de humanidad. Del sentido último de La Ley del Mar. De algo que he aprendido en Sicilia: no reducir el desafío de la migración a una crisis y un pulso entre países; sentirlo (también) como una oportunidad.

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