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En tránsito
El otro día, traduciendo una novela, me asaltó una duda gramatical relacionada con la acción de golpear una pared con un martillo. ¿Se decía "a martillazos"? ¿O más bien era "a base de martillazos"? El asunto tuvo un final más truculento de lo que me esperaba cuando me puse a investigar en Google. Porque lo que me encontré fue un terrible inventario de mujeres que habían sido asesinadas "a martillazos" por sus parejas y ex parejas. Y eso había sucedido en muchos sitios: en Ecuador, en Colombia, en México, en Argentina. En algunos casos hasta se contabilizaban los martillazos que aquellas pobres mujeres habían recibido: ocho, trece, diecisiete… Y lo que había empezado siendo una inocua búsqueda gramatical acabó en un descenso angustioso al corazón de las tinieblas. Y a martillazos, como aquel que dice.
Lo cuento porque me pregunto qué pasaría si alguien se pusiera a hacer chistes en Twitter sobre esas pobres mujeres asesinadas a martillazos. Todos sabemos que abundan los resentidos y los dementes y los seres carcomidos por el odio que usan Twitter para dar rienda suelta a sus peores instintos. Y todos sabemos, por desgracia, que hay gente dispuesta a volcar su odio contra quien sea: mujeres asesinadas, víctimas del terrorismo, personas con discapacidad, homosexuales, heterosexuales, blancos homosexuales, negros heterosexuales, políticos de ideología diferente, etc, etc. Y ahora llega la pregunta: ¿podríamos tolerar que alguien se burlara de esas mujeres asesinadas? ¿Podríamos permitir chistes sobre los martillazos, ocho, trece, diecisiete? ¿Y podríamos esgrimir la intocable libertad de expresión para amparar el derecho a soltar barbaridades contra quienes habían sufrido una muerte atroz?
Lo digo por el caso de la tuitera Cassandra Vera. Está claro que es un despropósito condenarla a un año de cárcel por unos tuits sobre Carrero Blanco. Ahora bien, ¿son admisibles los tuits en que se reía de una política del PP que estaba en la UCI? Y peor aún, ¿son admisibles los tuits en que animaba a matar con un piolet a sus adversarios políticos? Y lo mismo, que conste, diría si los tuits incendiarios los hubiera escrito alguien contra políticos de izquierda o representantes de colectivos homosexuales. ¿Es lícito alentar la muerte de alguien? ¿Es eso libertad de expresión? Ahí dejo la pregunta.
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