El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
La tribuna
SI hoy se ha despertado como cualquier otro día, si ha pasado por el aseo y ha desayunado y si ahora está leyendo este artículo es que la terrible profecía de los Mayas no se ha cumplido. Menudo papelón el mío en su momento, que la motivación tuve que buscarla en no sé dónde, y es que me enfrentaba a un artículo que podría acabar en la nada, en el vacío, sin lectores, sin periódico, sin mundo mundial. No me fue fácil, así que me aferré a mis más firmes y estrictas convicciones -esas que ya no recuerdan los que saltan al césped del Bernabéu- y me puse manos a la obra. A continuación, por asociación, pensé en la Lotería de Navidad. Un pensamiento fugaz pero intenso. Y si nos hemos gastado el dinero para nada, vaya guasa. Tantas ilusiones incumplidas, tantos millones que ni Hacienda -que cada día somos menos- disfrutará, vaya tela. Los responsables de Loterías ya podrían haber tenido la sensibilidad y el tacto de adelantar el sorteo, y que los posibles ganadores pudieran haber disfrutado de su premio, aunque sólo fuera un día. Para tapar agujeros, que sólo cuando nos toca la Lotería dejamos de taparlos -los agujeros- con masilla o tacos, quién pudiera. Espero que no se haya cumplido la profecía, no sólo por el trabajo que me he metido en balde, tan egoísta no soy, por todo lo demás, que siempre es más, muchísimo más. Lo que sí han conseguido los Mayas es que durante un rato me pusiera a pensar en todas esas cosas que me gustaría hacer en caso de que su vaticinio fuera cierto. Todo eso que tenemos o debemos de hacer antes de abandonar este mundo. Las cuentas pendientes, llamamos. ¿Lo pensó usted también, lo contó -las cantó- en voz alta? No, no me engañe, que algunas cosas las pensamos por lo bajini, vaya que alguien se nos moleste con toda la razón. Aunque ese o esa -supuestamente molesta- también haya pensado en sus cositas por lo bajini. Quién se atreve a lanzar la primera piedra.
Puede que los Mayas hayan conseguido eclipsar, o al menos zancadillear, esos otros supuestos imaginarios de temporada: ¿qué hago si me toca la Lotería? También escribo este artículo con esta incertidumbre, más agradable y placentera, no hay duda, sin comparación. La Lotería, salvo excepciones cada vez menos frecuentes, es la de los agujeros -repitamos-, porque no te retira. Te consuela, te alegra, pero no te jubila. No es un orgiástico y lujurioso Euromillón, no, pero anda que no nos vendría bien. Ojalá este año el Gordo hubiera ido a parar a todas aquellas personas que no tienen trabajo, lo firmo ya, desde la incertidumbre previa al sorteo. Ganaríamos todos, de un modo u otro. Una bonita manera de celebrar esta Navidad sin extraordinaria, una Navidad que cada vez empieza a parecerse más a las navidades de mi infancia. Lo de la sociedad evolutiva es un fenómeno histórico en el recuerdo: cada vez vivimos peor, cada vez tenemos menos derechos, buena parte de lo que hasta ahora fue universal y gratuito hemos comenzado a repagarlo o a perderlo. Las conquistas sociales que creímos como eternas e irrenunciables han dejado de serlas como por arte de magia. De magia y de ideología, que Wert lo dejó muy claro en su ya célebre entrevista. A lo mejor la profecía de los Mayas se refería a este derrumbe del sistema, que lo es, derrumbe, desde un punto de vista meramente económico, pero también lo es desde el de los valores. Los echaremos en falta.
Es Navidad, los anuncios de perfumes caros y turrones inundan la pantalla, y si usted disfruta de ese pavo o cordero y se ha reunido con sus seres más queridos -o con los que le han tocado en estos conflictos/pactos familiares/navideños tan característicos- es que los Mayas no han acertado. Qué pasará con todos esos libros y libracos publicados anticipando tan luctuoso acontecimiento, menudo papelón. Como doy por hecho que la profecía no se cumplirá, ya sólo me queda desearle lo mejor a usted y a toda su familia, que se lo pase lo mejor que sepa y pueda y hasta que se exceda un poquito, que tampoco es tan malo excederse de vez en cuando, que el cuerpo no lo suele llevar bien pero el espíritu lo agradece. Demasiadas líneas marcadas cada día nos señalan el camino. Y brindemos por nosotros, que seguimos siendo, y seguiremos, por mucho que los Mayas se empeñaran en lo contrario.
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