¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
¿Dónde está la ultraderecha?
Quousque tandem
El futuro de un país se forja en sus aulas. Por eso, la educación ha de abordarse con la misma paciencia que se exige para cultivar un olivar; pasarán años hasta que podamos recolectar los primeros frutos y algunos más hasta que alcance su lozanía. Y al final de su vida, nos regalará una excelente leña, amén de una madera dura, brillante y resistente a plagas para convertirla en lo que deseemos. Lo que España quiera ser dentro de una o varias décadas se está decidiendo en universidades, institutos y colegios.
La sociedad y los valores en que se sustente, así como la economía y la riqueza que genere la España del futuro serán la cosecha de esta plantación y de las que la sigan. Sin embargo, el debate público sobre la educación se centra casi siempre en pedestres debates ideológicos que buscan imponer, desde cada bando y en perpetua discordia, una sociedad pastueña al servicio de sus gobernantes, más que un país de ciudadanos libres, críticos y exigentes con el poder político de turno. Se habla en exceso de qué enseñar, casi de en qué adoctrinar, y muy poco de cómo aprender. Sobre todo, de generar la curiosidad que nos permita seguir aprendiendo a lo largo de nuestra vida.
El debate debería centrarse en cómo crear y desarrollar un sistema educativo abierto y libre que dé lugar a una sociedad plena y orgullosa en la que lo principal sea pensar y crear. Un país acrítico es un país sin alma. Ni se debe educar para obedecer –pensemos en el Antiguo Régimen o en los totalitarismos fascistas y comunistas, donde el poder es incuestionable– ni para convertirse, como ocurrió desde la Revolución Industrial, en meras extensiones de las máquinas. Vivimos una realidad en la que el exceso de información es el problema y, el reto, cómo gestionarla. Más aún, cuando surge a velocidad de vértigo. El sistema educativo debería prepararnos para desenvolvernos en un mundo en continua evolución, lo que requiere nuevos objetivos y herramientas. En esta sociedad líquida en la que las condiciones de actuación cambian antes de que pueda consolidarse ninguna rutina, no podemos dedicar nuestro tiempo a obedecer ni a repetir usos. Es necesario pensar y sobre todo pensar diferente, innovar, para obtener ventajas competitivas. La educación actual debería asumir que es más importante la persona que el futuro profesional y el desarrollo de habilidades que la mera información. Aprender a aprender es más importante que enseñar.
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