¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
¿Dónde está la ultraderecha?
Envío
La última muñeca rota de nuestra devoradora democracia, una tal Macarena Olona que quizá les suene, ha escrito, creo que en Twitter: "Puteros. Cocainómanos. Con fotografías señalándoles. Son políticos. Pero ante todo personas. Con familias. Cualquiera que haya utilizado mal el dinero público, que sea juzgado por un juez, pero esta cacería social es inmoral. Afecte al partido que afecte. Inmoral". Algunos se asombran todavía, pero es menester concluir que, una vez declarada la enfermedad, dejan de existir las barreras que el miedo o el decoro oponían a la precipitación en las tinieblas. Tras el patético episodio protagonizado junto a Évole -para la historia universal de la infamia queda su miserable orden de que pasasen la aspiradora por el asiento que acababa de ocupar la desdichada-, ya no podíamos asombrarnos de nada, pero...
¿Qué desestabilización mental, también moral y hasta gramatical, puede llevar a la que fue musa de la derecha alternativa a mostrar su solidaridad con los compinches del tito Berni? La pregunta no es meramente retórica. Pese a lo que algunos esperan, nos atrevemos a conjeturar que el nuevo y gravísimo episodio de corrupción socialista no llegará a afectar, al menos perdurablemente, las posibilidades electorales del PSOE. La desestabilización mental y moral tipo Olona que una parte nada despreciable de nuestros conciudadanos sufren, le ha dado a ese partido una base votante inasequible a cualquier abuso o desafuero. Estaríamos tentados a pensar que en España existe un número bastante de puteros, cocainómanos y ladrones como para proporcionar la base militante y electoral suficientes a ese o a cualquier otro partido con semejantes inclinaciones. ¿Nos pondremos estupendos por esos pequeños detalles cuando al frente del Ejecutivo está quien debe su fortuna familiar a la sabia administración de una red de saunas?
Hace tiempo que la sociedad española descontó este tipo de episodios al mismo tiempo que aceptaba crímenes mucho mayores que el desplume de empresarios no precisamente modelo de virtudes. El abandono moral de las víctimas del terrorismo, el desamparo de las madres gestantes, la aceptación de la desigualdad jurídica entre hombres y mujeres, la marginación de los hispanohablantes en su propia patria están ahí, entre otras muchas calamidades, para hacer del tito Berni y sus amigos una mera nota a pie de página de la historia de nuestra partidocracia.
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