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EL paisano Fabian Picardo, ministro principal de Gibraltar, ha cruzado la raya, la misma que quiere marcar en el mar como futura frontera de sus aguas territoriales. Los 75 bloques de hierro y hormigón arrojados al fondo no forman un arrecife para favorecer la biodiversidad, sino los futuros hitos de este colchón marino. Si España acudiese a los tribunales internacionales, es más que posible que a Gibraltar le concedieran unas aguas territoriales porque no hay costa en el mundo donde el mar que la baña pertenezca a un país distinto. Por eso no lo hace, para evitar el revés judicial. Esto es así, pero el paisano Picardo no puede señalar su reparto como si fuera un bandolero. No vale levantar un muro y, a la vez, apelar a la concordia. Malo, pero se hace cierto: el Peñón sólo se atiene a razones cuando se entorpece el paso fronterizo. Los llanitos prefieren pasar el fin de semana en Sotogrande, y casi 7.000 de ellos residen en España. Ésa es la estrategia del Ministerio de García Margallo. Ahora, Asuntos Exteriores: ¿cómo, sabiendo esto, han dejado que en Gibraltar entren los camiones para tantos bloques? La espiral de presiones por ambas partes perjudica a la población local, de un lado y otro de la frontera -es cierto-, pero esta vez el paisano va a por todas. Más inteligencia y menos testosterona, que en Asuntos Exteriores, últimamente, no dan una.
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