El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
Por montera
La evolución nos arrolla. En el caso de los patinetes eléctricos, de manera mortal. En un mes hemos conocido la muerte de dos personas al ser arrolladas. La primera era un mujer de 40 años que mientras circulaba sobre el patinete eléctrico, por una acera de Lluçanès, en Sabadell, ésta cayó a la calzada justo cuando un camión pasaba por allí, atropellándola. Murió dieciséis días después. La otra muerte ha sido la de una señora de 92 años, con buena salud, que fue arrollada por dos jóvenes que iban circulando sobre el patinete eléctrico por la acera derribando a la señora que se golpeó la cabeza contra el suelo. Falleció en agosto y trascendió esta semana. Si somos conscientes de que en este siglo nos estamos viendo sorprendidos por novedades, lo incomprensible es la falta de previsión ante su puesta en marcha. La primera responsabilidad es de quienes han dado la licencia. En segundo lugar se da una autorización sin aplicar normas de lógica seguridad. El artilugio puede resultar simpático para aquellos que han encontrado la solución para desplazarse de un destino a otro. Se ahorran mover el coche porque estamos luchando, todos, para que baje la contaminación. Se peatonalizan calles larguísimas que invitan a acortar tiempo alquilando uno de estos patinetes. Su fragilidad invita a los usuarios a subirse en ellos y verse demasiado agresivos si circulan por las aceras, como muy vulnerables, si lo hacen entre los coches por la carretera. Aún no hemos solventado la seguridad de los ciclistas y tenemos otro problema por resolver. Dice la DGT que va a empezar a llevar el control que ya no dependerá solo de las administraciones autonómicas. La ciudad debe ser cuidada. Los políticos restringen nuestras costumbres circulatorias sin darnos muchas soluciones. El talento se pone a trabajar y se crean pequeñas empresas del estilo de los patinetes eléctricos. Dan un servicio cómodo, barato y útil, pero muy peligroso. No se les obliga a llevar caso, van de dos en dos, los usuarios hablan por el móvil mientras circulan, cosa que no puedes hacer ni en coche ni en bicicleta, zigzaguean entre los peatones, siempre libres e imprevisibles en sus cambios de dirección al pasear. Es preocupante que las normas vengan después de poner en vigor los inventos. En España no somos los únicos que ya contamos con víctimas mortales relacionadas con los patinetes, también ha habido accidentes en EEUU. La evolución nos arrolla y no podemos permitir que nos sorprenda.
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