Tribuna de opinión
Juan Luis Selma
Todo, por un Niño que nos ha nacido
La esquina
Pedro Sánchez ha molestado y descolocado a Pablo Iglesias diluyendo el peso de su vicepresidencia social en el Gobierno aún no formado, y perfectamente legítimo. Ahora Iglesias sólo es la cuarta parte del segundo escalón jerárquico del Ejecutivo más novedoso y problemático de la democracia española. Además, las competencias de la vicepresidenta ecológica, Teresa Ribera, se pisan con algunas de las teóricamente encomendadas al líder podemita. El choque está asegurado.
Donde las dan las toman: Pedro siempre podrá alegar que fue Pablo el primero que acabó con el buen rollito. El domingo 5, antes de ganar la investidura por dos votos, ya filtró los nombres de los cuatro ministros que correspondían a Unidas Podemos en el reparto, para hacer evidente que era él quien los designaba. En realidad, Iglesias ya le había disputado protagonismo y relevancia mediática a Sánchez con un par de gestos exhibicionistas-sentimentales tras el debate de investidura en el Congreso.
La réplica presidencial ha sido neta y contundente. Se esfumaron como por ensalmo las prisas por que España tuviera ya un Gobierno -después de ocho meses de interinidad-, prisas que precipitaron una investidura con los Reyes Magos en la calle, y Pedro Sánchez retrasó los nombramientos unos días. Tan sólo para dejar claro que los firma él y sólo él. Que hay un único Gobierno y un único presidente. Que, puestos a ningunear o devaluar al querido compañero de la coalición progresista, el presidente tiene todas las de ganar. Por eso lo castiga convirtiendo su vicepresidencia en una más. Una entre cuatro.
Todos estos juegos de poder -se trata de eso y no de ninguna otra cosa- muestran innegablemente que la relación fundamental entre los dos socios es la desconfianza. Cómo serán de recelosos que han tenido que firmar un documento comprometiéndose a silenciar las discrepancias en el Consejo de Ministros y no pisarse unos a otros, y otras, las mangueras competenciales. Un elemental deber de lealtad tienen que apuntalarlo con un papelito protocolario que tampoco garantiza nada.
No crean, con todo, que la estabilidad del Gobierno se halla en peligro por las maniobras de reafirmación y poderío. Es mucho lo que se juegan los dos socios y en lo fundamental -la economía- Podemos se ha sometido al PSOE. Será por Cataluña por lo que los socios choquen y, quizás, rompan. Pero tardará. Hay margen de maniobra.
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