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Unos cardan la lana y otros se llevan la fama. En este caso, la mala. Cargan los ingleses con la mala fama de haber sido una nación de piratas protegidos por la corona y hasta ennoblecidos, como sir Francis Drake. Cargamos nosotros con la malísima fama de la leyenda negra que, además de no tener caducidad, hemos acabado por creernos. En cambio los Países Bajos –creadores, por cierto, de nuestra leyenda negra– cardan la lana de haber sido y ser un paraíso de las libertades y el progreso. Y mira que tienen mala fama que llevarse. Estos días de pirateo holandés en versión hacker me ha dado por recordar la robusta tradición que en estas cuestiones del pirateo tienen. Antes con barcos, ahora con ordenadores. Antes con los piratas en los puentes de mando de sus navíos, ahora sentados ante un teclado.
Está Pieter Van der Does, que atacó Las Palmas de Gran Canaria en 1599 como ahora atacan el Ayuntamiento de Sevilla. Está Simón de Danser, tan temible que los piratas berberiscos lo pusieron al frente de su flota llamándolo Delí Rais o Capitán Diablo. Está Pieter Petersen Heyn, elevado de corsario –pirata legal a las órdenes de un gobierno– a vicealmirante de la flota de la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales que dominó el tráfico de esclavos de África, Brasil, el Caribe y Norteamérica. Está Laurent de Graff –llamado Lorencillo por los españoles– que fue uno de los más activos y crueles. Está su connacional y rival Nicolas van Horn, que se engalanaba con todas sus joyas antes de los abordajes. Está –pasando de la historia a la ficción– el capitán Bernard Fokke que inspiró la leyenda del Holandés Errante que a su vez inspiró infinidad de relatos –Poe, Marryat, Irving–, una ópera de Wagner y un puñado de películas que van desde el interpretado por James Mason que fascina a Ava Gardner en Pandora y el holandés errante hasta el Davy Jones y su buque El Holandés Errante en Piratas del Caribe, saga creada a partir de una atracción de los parques Disney que se inspiraba en Los piratas del mar Caribe de 1945, capitaneados por el navegante holandés Van Horn convertido en el temible pirata Barracuda que interpretó el eficaz pero soso Paul Henreid.
Tres siglos después el Ayuntamiento de Sevilla ha sido hackeado por los piratas informáticos holandeses como las ciudades españolas de la península y de América lo fueron por sus antecesores de agua salada.
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