Tribuna de opinión
Juan Luis Selma
Todo, por un Niño que nos ha nacido
Los nuevos tiempos
Desde que el tal Rubiales “propinara” (sic) un beso a una jugadora de fútbol no paramos de ver imágenes de hemeroteca sobre diría la práctica del prevalimiento del besuqueo o tocamiento sorpresa.
Así, hemos visto de nuevo aquel beso de tornillo con morreo de una actriz concursante de MasterChef que dejó sin aliento a un miembro del jurado; se ha podido revisitar aquel tocamiento lascivo de los de antes de toda una Mercedes Milá a un joven periodista que se quedó tan sorprendido como acongojado/paralizado cuando en medio de unas declaraciones micrófono en mano la hija de los condes del Montseny educada entre las señoritas finas de ese status le agarró literalmente el paquete a ese jovencito en clara demostración de poder impune; y, en fin, y entre otras muchas agresiones con resultado de beso, hemos podido revisitar multitud de besos robados, forzosos, forzados en los que el sujeto pasivo no alcanza a mostrar su rechazo vía hacer la cobra o con giro de rostro por la falta de reflejos que produce lo inesperado y agresivo del hecho.
A falta de cámaras que inmortalicen el hecho, quien más quien menos ha sufrido/ejercido este beso agresivo/invasivo. Con suerte lo deseabas (las menos de las veces) pero casi siempre resulta ingrato para el que lo recibe. Si viene de un superior te da más asco. Te recuerda tu inferioridad y te piensas muy mucho tu reacción. El beso entre desiguales tiene muchas consecuencias.
De ahí que poner el foco en algo tan en principio bonito e inocuo como es recibir o dar un besito esté sirviendo para dejar claro que entramos en una era en el que el afecto forzado está pasando a la historia, igual que la prepotencia y las maneras chulescas, brutales, invasivas o violentas.
Los besos se dan y se ganan siempre, menos entre gorilas.
El caso se ha magnificado porque un cargo de alto nivel tiene que tener claro el lugar y el momento en que hace las cosas. Si se agarra el paquete al lado de una reina pues ya apunta maneras el sujeto. Si celebra victorias cargando al hombro jugadoras como quien transporta sacos, da pistas. Si fuerza besos en un podium, cuando menos habría que mandarle a unos cursos de protocolo. Pero si además la parroquia te tiene ganas de antiguo pues chico, abstente de tanta ansia expresiva. Las efusividades y perder los papeles hay que dejárselas a las protagonistas. Porque tu contención, Rubiales, va en tan generoso sueldo.
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