Ignacio Martínez

Putin, Borrell y Julián Muñoz

El balcón

14 de febrero 2021 - 02:35

Si el Ulises de Joyce pasa por Andalucía al final en los recuerdos de Molly Bloom con sus referencias a Sierra Nevada Tarifa La Línea Ronda Algeciras Gibraltar, la odisea de Borrell con los rusos empezó cerca. El 20 de octubre de 2006 hubo una cumbre europea en Lahti, al norte de Helsinki, con Putin como invitado de honor. Por situarnos, Lavrov ya llevaba dos años y medio como ministro de Exteriores y el invierno anterior el corte del suministro de gas ruso a Ucrania afectó a varios países de la UE. Fue una cena para limar asperezas y garantizar el suministro de energía a Europa. Borrell asistió como presidente del Parlamento Europeo.

Todo salió fatal. Hubo reproches del anfitrión finlandés y los bálticos sobre Georgia y Chechenia, pero la puntilla la puso Borrell. Ana Carbajosa y Andreu Missé contaron en El País cómo irritó a Putin. El presidente del Parlamento expuso su preocupación por el deterioro de los derechos humanos en Rusia, le recordó el minuto de silencio que hizo la Eurocámara por la periodista Anna Politkovskaya, asesinada dos semanas antes. Y soltó sarcasmos al autócrata ruso como "sacamos petróleo de países peores que el suyo, pero la preocupación es que con ustedes queremos asociarnos y ello exige compartir valores".

La respuesta de un Putin recuerda a la de Lavrov sobre los presos del procés. Dijo no aceptar lecciones de democracia y empezó una larga lista de recriminaciones a los países europeos. "España no tiene nada que decir porque tiene muchos alcaldes, como el de Marbella, encarcelados por corrupción". Segunda pausa: no se trataba de Jesús Gil. Estábamos en 2006 y el alcalde del que hablaba Putin en un consejo europeo era Julián Muñoz, en prisión desde hacía tres meses. El antiguo camarero, mercenario en las huestes de Gil, novio de folklórica famosa, pasó así de los programas de cotilleos a argumento de guerra diplomática en una cumbre de la UE. Y Borrell se convirtió en enemigo del régimen ruso, que todavía lo estaba esperando en Moscú la semana pasada con muchas ganas.

Se suele aducir que Borrell es poco diplomático y quienes han trabajado con él cuentan que su carácter tiene días buenos, malos y peores. Pero Lavrov es un ejemplo de cómo la mala leche puede ayudar a un largo desempeño como ministro del ramo. En privado Felipe González tenía una maldad para definir al actual jefe del servicio exterior de la UE: "Pepe es frágil". De hecho, en su único gran debate de política general, en 1998 tras ganar las primarias a Almunia, naufragó ante Aznar perdido en el empeño de explicar el criterio de devengo. Sin embargo, su actitud contra el ultranacionalismo populista catalán ha sido encomiable. De ahí que los camaradas rusos le ofendan por ese flanco. A los postsoviéticos todavía les dura el enfado de aquel frío viernes de 2006 junto al lago Vesijärvi.

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