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Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
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El joven ingeniero bilbaíno Carlos Uraga, director y fundador de la empresa Nantek, ha ideado un proceso que convierte el plástico en carburante, siendo así que, al tiempo que se eliminan los residuos plásticos, se genera un combustible más limpio y, en principio, "inagotable". Según dice el señor Uraga, la idea es acabar produciendo biogás e hidrógeno, mucho menos contaminantes. Pero mientras llega y no tal previsión, la planta procesadora se ha instalado en el puerto de Bilbao, y pronto empezará a librarnos, por ejemplo, de la plaga de mascarillas que generó la funesta plaga del Covid.
Como se ve, siempre hay gente valiosa ideando procesos y estrategias con que solventar los problemas que nos acucian. En La economía azul de Gunter Pauli se recogían una asombrosa y heteróclita colección de ellos. Quizá fuese en sus páginas donde se daba noticia de una nueva clase de bacterias capaces de digerir el plástico. Curiosamente, en La revolución de la proximidad de Carlos Moreno, el urbanista colombo-galo que promueve la "ciudad de los quince minutos", apenas se habla del uso de combustibles asociado a los visitantes de las ciudades grandes o famosas. Esto es, de la contaminación aérea vinculada al turismo. Cuando uno va a Venecia siente un vivo remordimiento por estar ultrajando algo enormemente precioso e irremplazable. Y ni siquiera la idea de crear réplicas, ofrecida por Eco, parece que vaya a mejorar este tipo de "contaminación" posmoderna. En fin, yendo a lo que íbamos, ya dijimos aquí que la energía de fusión, limpia e infinita, parece cada vez más próxima. El reactor Tokamak, instalado en el puerto de Sevilla por la Universidad, es la feliz prueba de ello. Estamos, sin duda, en las cercanías de un mundo nuevo. Pero nuevo no significa, necesariamente, ni catastrófico, ni crepuscular, ni apocalíptico.
El rey de España ha ido a Cádiz a decir una hermosa verdad incontestable. El español es el idioma del futuro, porque es el idioma del mestizaje. Como vemos, también es el idioma de la ciencia y de la ecología futuras. Por supuesto, cabe la posibilidad de que todo este asunto se malogre por numerosas vías (sin salir de Europa, el entrañable señor Putin ya anda amenazando con su armamento nuclear si le quitan Crimea). Pero incluso en tal caso, es mejor que el fin del mundo nos pille atareados en nuestra salvación, como el urbanista Moreno, los físicos de la Universidad de Sevilla o el ingeniero Uraga, que flagelándonos amargamente, inútilmente, por nuestros muchos, muchísimos pecados.
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