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A Juan, buena persona que se pregunta a menudo sobre las cosas que nos van ocurriendo, le preocupa la sensación que últimamente va teniendo sobre el crecimiento de los muros que nos separan. Estamos enfadados, dice cuando contempla el panorama que día a día ofrece la actualidad. Y sin embargo, sale a la calle y se encuentra a una sociedad diferente , que vive más pendiente de los precios de la cesta de la compra, que de Puigdemont. Juan tiene la sensación de que todo va transcurriendo con normalidad mejorable. Cataluña sigue donde estaba y Euskadi también. Quienes quisieron torcer el brazo de la soberanía nacional, han pasado un tiempo en la cárcel; algunos han quedado inhabilitados para el futuro y otros como los gánsteres etarras son simplemente un recuerdo malvado y doloroso que fue derrotado sin conseguir ni uno solo de sus objetivos.
Sin embargo, Juan escucha a muchos tertulianos y les oye clamar por el desmantelamiento del Estado a manos de un presidente que, con tal de mantenerse en el puesto, ha cedido el mando a aquellos que precisamente quieren acabar con nuestra Constitución y nuestro país tal y como es en la actualidad. Pero Juan pasea por la calle de su ciudad y no siente que Otegi y Puigdemont estén al mando de la nave en la que viajamos. Más bien tiene la sensación de que la vida continúa transcurriendo con normalidad y de que habiendo muchas cuestiones manifiestamente mejorables y criticables, no por ello estamos en medio de un apocalipsis zombi. Juan, para explicar por qué muchos inteligentes observadores de la actualidad opinan lo contrario, recuerda a Ortega cuando escribió que son "muchos los que viven de sus heridas", y concluye que ésto también forma parte del paisaje.
Juan tuvo una profesora de inglés que le aconsejó que cuando se encontrara inmerso en alguna conversación que no entendiera bien, se limitara a exclamar "Really?". ¿Algo así como decir "De verdad?". Eso daría pie a que sus contertulios continuaran con sus explicaciones y él se mantendría como conocedor e interesado por el asunto en cuestión. Juan, no comparte muchas de las decisiones que toman los gobiernos, pero no está enfadado con ninguno en particular; y cuando alguno de sus muchos amigos clama cual Rosa Díez que el mundo se acaba salvo que le den a ella el mando; le mira con sus ojos bondadosos y sorprendidos y pregunta "¿De verdad? Y finaliza con un desapasionado "Pues vaya".
Juan tiene fama de buena persona, pero simple. Algunos sospechamos que es sabio y feliz.
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