Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Puntadas con hilo
Hay determinados foros donde la experiencia te dice que hay que medir bien los pasos antes de abrir cualquier debate, por muy blanco que sea. El grupo de whatsapp del cole de los hijos es el más peligroso. Cualquier conversación corre un altísimo riesgo de acabar politizada. Por estos canales corren estos días invitaciones de adhesión a iniciativas para lograr que la vuelta a las aulas sea voluntaria. Ninguna para defender que siga siendo obligatoria, a pesar de que hay padres que claman por un regreso a esa necesaria rutina. Eso sí, no recogen firmas y hablan bajito, tras mirar a uno y otro lado, temerosos de ser acusados de malos padres por querer llevar al colegio a sus hijos, esos mismos que frecuentan bares, plazas, columpios y fiestas con amigos porque los niños necesitan socializar, como se dice ahora. Eso nadie lo duda.
Demasiado simple. La situación es muy complicada, el riesgo cero no existe y es humano sentir terror ante la exposición de un niño al virus. Y también responsabilidad al pensar el marrón que les cae a los directores y al claustro entero de los centros, básicamente, porque no hay criterios claros que digan qué y cómo hay que actuar. Tampoco recursos para ejecutar un plan, si lo hubiese, con la seguridad deseable. Ése es un debate que da pie a las peticiones de firmas contra quien tiene las competencias. Pero no debería ensuciar la necesidad de retomar cuanto antes la educación, presencial, como derecho.
Sorprende que hayamos roto antes barreras psicológicas para hacer vida social y haya quien ponga mil y un peros a recuperar la rutina escolar. Dejar a los niños en casa implica otros peligros. La huella del confinamiento y la desescalada ya es visible en muchos menores en forma de llamativos retrocesos en comportamientos y aptitudes personales y académicas. Es preocupante la desafección que algunos escolares muestran ya por la escuela. Los más pequeños empezaron echando de menos a sus compañeros y a sus seños y profes. Ya cada vez menos... Y eso es una terrible pérdida. Los maestros son referentes y no se puede renunciar a ellos. No hay tecnología ni método que suplan estos valores. El riesgo cero no existe, pero hay otra seguridad, la de tener a los hijos cinco horas al día en un aula, con un grupo estable de niños que sí, quizás debería ser menos numeroso, y un maestro o maestra que será, sin duda, su mejor guía y les preparará para lo que venga después. ¿Cómo se gestionará eso? Ése es otro debate que no debería anticiparse.
También te puede interesar
Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
La ciudad y los días
Carlos Colón
Siempre nos quedará París
Paisaje urbano
Eduardo Osborne
Memoria de Auschwitz
La colmena
Magdalena Trillo
Gracias, Errejón