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Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
EL agua cae, y hacía mucha falta, con fuerza sobre los canales. El suelo está brillante y el otoño muestra su cara habitual ya olvidada. La temporada taurina llegó por San Lucas, en Jaén, a su fin un año más. Los percales y las franelas se pliegan en los esportones, una vez limpios, esperando el viaje a América, o el descanso hasta el próximo año. Los campos, gracias a las lluvias, cambiarán el pasto dorado por el verde rutilante de la otoñá. Es hora de reflexionar, de meditar, de pensar sobre el futuro de esta fiesta tan nuestra. La sentencia del Tribunal Constitucional declarando nula la prohibición de la celebración de festejos taurinos en Cataluña no es más que un espaldarazo que fortalece a la tauromaquia, ante esta persecución absurda de nuestros días, movida por motivos políticos y un pseudo-animalismo vacío e intolerante que no se mueve nada más que por una más que dudosa financiación exterior.
No obstante, y a pesar del fallo favorable del Tribunal Constitucional a la fiesta, es complicada una vuelta de los festejos a la Monumental de Barcelona a corto plazo. Es obvio que si otras sentencias, por poner un ejemplo las dictadas en materia lingüística, han sido obviadas por el gobierno regional, éste, que tiene transferidas las competencias para la gestión en la organización de los festejos, va a poner mil y una trabas administrativas para la concesión de permisos de cara a la celebración de corridas, u otro tipo de festejos, en la plaza de toros barcelonesa.
Por Córdoba, taurinamente hablando, ha estado la cosa extraña. Parecía que la empresa mexicana, cuya cabeza visible es el magnate Alberto Bailleres, y que regenta el Coso de los Califas, estaba llamada a la recuperación de la plaza cordobesa. Tras una unión con otras empresas, y que dio lugar a la pomposamente denominada Fusión Internación para la Tauromaquia (FIT), Córdoba no ha remontado el vuelo, es más, no ha hecho más que continuar con su caída en barrena. Por eso su categoría, la que por historia y tradición le pertenece, está ya demasiado deteriorada y hundida en una sima que parece no tener fin.
Tanto es así que algunas plazas de la provincia, caso de Cabra o Priego de Córdoba, han servido como escenario a más festejos mayores que la de la capital. Los Califas solo ha acogido una corrida de toros durante la temporada 2016. Suspendida por la lluvia la prevista para conmemorar el 25º aniversario de la alternativa de Finito de Córdoba, quien actuaba en solitario, solo abrió sus puertas el día 27 de mayo, durante la feria de la Salud. En ella El Juli, Alejandro Talavante y Ginés Marín, que sustituía a un enfermo Morante de la Puebla, se enfrentaron a una corrida de Núñez del Cuvillo. El tradicional festival a beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer, una novillada sin picadores y un espectáculo de rejones fueron lo ofrecido por una empresa llamada a recuperar una plaza de la que se dijo que era un reto, y que finalmente continúa hundida sin conocer la más mínima recuperación y con el prestigio totalmente perdido.
Atrás quedaron los años de bonanza, cuando Los Califas acogía un abono de más de diez festejos, e incluso con corridas fuera de la feria de mayo. Eran otros tiempos, en los que se sobredimensionó en exceso una feria para reducir lo que siempre fue una plaza de temporada. Hoy el problema parece no tener arreglo, y la Córdoba taurina no es más que un recuerdo en la memoria de los de más edad y la plaza cada vez está más alejada del fin para el que fue construida, convirtiéndose en marco para otros espectáculos lúdicos, como pueden ser el cine y los conciertos musicales.
Tanto es así que días atrás, algunos aficionados locales, así como otros foráneos, han mostrado su deseo de rebajar la categoría administrativa de la plaza al objeto, argumentan, de reducir costas y abrir la puerta a la celebración de más festejos taurinos. ¿Sería esta la solución? Posiblemente no. Córdoba no debe perder su categoría, como quedó claro hace algunos años cuando se propuso la misma opción cuando la redacción del reglamento andaluz. Una rebaja de la categoría no vendría a solucionar nada. Si ahora, como primera, es ninguneada por el taurinismo, la hipotética rebaja a segunda categoría no sería más que la firma de un certificado de defunción que nadie que quiera a su tierra desea que sea firmado.
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