El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
La tribuna
QUE Penélope se parapete tras la barra y le tome prestada la voz a Estrella Morente y comience a cantar la canción, que estamos de vuelta, así, a lo loco. Sí, ya estamos de aquí, que parece que nunca nos hemos ido -y puede que sea así-, aunque Xabi Alonso se harte de cervezas entre sus nuevos compañeros bávaros. Qué bárbaros, los minutos y los días, que viajan a velocidad de crucero, y hasta un año en el Limbo te dura lo que un mambo de Pérez Prado. Suma y sigue, de uno en uno, eso sí, despacito y buena letra. Tantos coleccionables anunciados a todas horas, tal vez se bata un récord que el Guinness debería anotar en sus páginas de leyendas insospechadas, me hace pensar que los psicólogos y psiquiatras del sector han percibido un entusiasmo generalizado, puede que un atrevimiento, seguro que una necesidad, por empezar de nuevo, por renacer, por reconstruirnos aunque el cemento esté por las nubes y la burbuja de la burbuja acabara con ese inmenso jardín de andamios y grúas que no hace tanto tuvimos, o tuvieron, que nunca fue un jardín público, aunque los cachos de la burbuja cayeran sobre nuestros hombros. Los hombros de todos. Es tiempo de promesas y de propósitos, y de zanahorias y guisantes en crudo, mucho pollo y mucha piña. Los amaneceres nos traen una legión de zapatillas de deporte con olor a tienda y estreno, las agujetas, ampollas y esguinces nos recuerdan la fragilidad que hemos creado durante tanto tiempo, tanto tiempo fuera de los propósitos que ahora nos acechan como una legión de voces, como esa Santa Compaña que Coppini nos cantó con su voz melancólica y su tupé imposible, como la bandera de un país sin ejército.
Regresamos a la austeridad, pero a la propia, a la personal e intransferible, que de la de Merkel y Rajoy, agarraditos los vimos recorriendo el Camino, no nos libraremos por mucho que las pancartas y los gritos vuelvan a las calles. Regresarán también, tienen que regresar, no queda otra. El pvc que se derrite sobre las baldosas. Con tinta o sudor tatuaremos los nuevos mantras para esta nueva época que queremos construir a partir de las cenizas y las desilusiones que hemos creado en los últimos años. Reciclaje emocional. Empresa colosal, no es cualquier cosa, cafetera y mantra, saliva y ricino, empeño y curvas, la sal que se derrama sobre la mesa. Nada más que por volver a ver a Penélope tras la barra de aluminio, con ese moño azteca y esos ojos enrabillados y poligoneros, ya merece la pena comprar la entrada; póngase en la cola. Regresos musicales en nuestra ciudad, apoyándose en la teoría del tango, Religión y Corazones Estrangulados vuelven a la escena, para cantarnos sus tempestades y sus extraños acompañantes, aquellos hits que coreamos sin canas ni arrugas, pero con muchas hombreras; para recordarnos, en definitiva, que la música es más que un DNI que se renueva con fotografías difuminadas.
Descendamos, o aterricemos, según, tire a tiempo de la anilla de su paracaídas, no podemos finiquitar este artículo dedicado al regreso sin acordarnos del regreso entre los regresos, o el regreso más cordobés, el de nuestro Córdoba a Primera. Se consumó en un Bernabéu agosteño y caluroso de carnés prestados, colmado el graderío de orientales con bolsas de Loewe. Buenas maneras demostraron los nuestros, buenas sensaciones, arrojo y eficiencia, que tuvo Cristiano que estirar bien la pierna para dar por sentenciado el duelo. A la semana siguiente, contra el Celta de Vigo, ese paraíso de Siniestro Total y demás mejillones y pulpos a la gallega, nuestra primera parte fue el gran ejemplo de lo que no tenemos que hacer si queremos mantener la categoría. Así no, definitivamente. Miedosos, atrincherados, sin pulso, nos acongojó enfrentarnos a uno de nuestra Liga verdadera, que el Bernabéu, Barcelona, Bilbao o Sevilla son el bonus extra si se encienden todas las lucecitas al mismo tiempo, y a ellos se les funden los plomos, todos los plomos. En cualquier caso, ya estamos, no sé si en el punto de partida o en el rellano del ascenso/descenso de ayer, es lo mismo. Cafetera y mantra, piernas y vista, y siempre hacia delante.
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